fbpx
News Articles

EDITORIAL: Respuestas al tiroteo en Parkland, Fla.


NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a http://www.bpnews.net/espanol.

SPRINGFIELD, Tenn. (BP) — El 14 de febrero de 2018 es un día que muchos no olvidarán, en especial los estudiantes y profesores de la escuela secundaria Stoneman Douglas, en el sur de Florida. Ese día un exestudiante de 19 años identificado como Nikolas Cruz, quien había sido expulsado de este mismo colegio por faltas de conducta, causó 17 muertos el día en que se celebraba el Día de San Valentín. La horrenda masacre ha estremecido la nación entera.

Este tipo de tragedia en una escuela es numerosos en lo que va de año en nuestra nación. ¿Cómo respondemos ante un acto así? ¿Cómo explicamos a nuestros hijos en edad escolar que no deben temer ir al colegio? Más importante aún, ¿habrá algo que podemos hacer para evitar que algo así se repita?

Como muchos de ustedes, estoy agradecido por la reacción rápida de los cuerpos oficiales y los actos heroicos de los profesores que arriesgaron sus vidas por salvar a los estudiantes. Esto no ha sido en vano. La comunidad nacional está en deuda con cada uno de ellos. Agradecemos la valentía de aquellos que actuaron en defensa de otros evitando que más vidas fueran perdidas. Estas demostraciones de coraje y desprendimiento nos recuerdan la imagen de Dios en todo ser humano.

La horrenda masacre ha despertado muchos sentimientos y reacciones de la comunidad nacional que nos llevan a reflexionar. No pretendo hacer un análisis completo de los lamentables hechos ocurridos ese día. Esto llevaría mucho tiempo y la investigación apenas comienza. Lo que si quisiera es ofrecer cuatro respuestas específicas que podemos tener ante tan triste incidente.

En primer lugar, oremos. Pidamos por las familias de aquellos que han perdido seres queridos. Intercedamos por la comunidad de Parkland y toda la nación. Tengamos en cuenta a los niños y jóvenes que han visto esta masacre y que tienen que regresar al colegio. Oremos por los padres para que Dios les de sabiduría. Oremos por los líderes de la Junta de Educación, aquellos que buscan y dan consejería y autoridades locales. Oremos por el presidente, el congreso y todos aquellos en eminencia para que reflexionemos y busquemos proactivamente formas de evitar que esto se repita. Oremos.

En segundo lugar, reconozcamos que nuestra nación y este mundo se alejan cada vez más de Dios. Vivimos en un mundo quebrantado por el pecado. El mal es real. En un sentido, este tiroteo en Parkland evidencia el estado espiritual de nuestro país. Necesitamos un avivamiento espiritual. Las estructuras de este mundo y los sistemas que conforman nuestra sociedad están corrompidos. El pecado trae sufrimiento y consecuencias. Necesitamos arrepentirnos y volvernos a Dios.

En tercer lugar, respondamos a este acto de terror como Jesús lo haría. Hagamos el bien. Actuemos buscando la dirección del Espíritu Santo. Seamos un agente de cambio con el evangelio en medio del caos y la maldad. Esto implica sostener una conversación clara y franca, sin ofender, sobre los cambios que deben producirse en medio de nuestra comunidad. Temas como el control de armas, la salud mental y la depresión son algunos de estos que parecen emanar claramente de esta tragedia.

Sin ser guiados por una agenda política partidista, debemos buscar el avance de la agenda del Cordero en nuestras comunidades. Si queremos mejores comunidades, necesitamos ser luz. No podemos ser indiferentes ante el dolor, los problemas y este tipo de tragedias. Jesús no lo haría. Infórmese de las leyes y cómo funcionan. Haga preguntas. Investigue. No deje que otros piensen por usted. Cuídese de los prejuicios. Infórmese bien. Vea los puntos de vista diferentes de otros. Piense con criterio. Profundice.

No todas las cosas son blanco y negro. Existen áreas grises. Sobre todo, afirme la verdad de las Escrituras. Deje que su punto de vista refleje el evangelio. Dios tiene la última palabra y es la autoridad máxima. Tragedias como estas demandan una respuesta adecuada si queremos que las cosas cambien.

Cuando buscamos hacer la voluntad de Dios, dentro de nosotros mismos sentimos un deseo por hacer lo correcto. La conciencia dicta, la injusticia nos indigna y Dios nos ayuda a tomar el siguiente paso. Nos dolemos con los que sufren, en especial cuando estos son nuestros vecinos, nuestro prójimo. Queremos ver este mundo quebrantado y herido por el pecado ser vencido finalmente con el mensaje de Cristo.

Cuidémonos de sucumbir en la desesperación o de endurecer nuestro corazón mirando hacia el otro lado. La insensibilidad es también un pecado. Muchas veces es en medio de la tormenta cuando podemos ver más claramente y encontrarnos con Dios. Es tiempo de ver los muros caídos, arrepentirnos y volvernos a Dios. Es oportuno preparar el camino para su próxima venida. Estamos en una batalla espiritual. Hay esquemas que se levantan contra su conocimiento.

Finalmente, sembremos la esperanza del evangelio. Los momentos difíciles son, a veces, la manera que Dios usa para llamar nuestra atención. Dios nos ama y busca aún en medio del dolor y el sufrimiento. Cuando perdemos un ser querido, cuando somos heridos y abatidos, nos damos cuenta lo vulnerable que somos y lo frágil que es la vida. Este es un buen tiempo para buscarle. Hablemos con compasión.

Compartamos a Cristo. No nos quedemos viendo las noticias. Hagamos algo. Sembremos esperanza. Establezcamos conversaciones que apunten a las cosas eternas. Abracemos a nuestros hijos y seres queridos y digámosles que les amamos. Ante todo, guiémosles a Jesús. A los que encontramos en el camino, invitémosles a reflexionar sobre nuestro propósito en este mundo. No nos quedemos mudos. Hablemos. Pongamos el control remoto de la tv a un lado. Abramos nuestra boca y démosle el control al Espíritu Santo.

    About the Author

  • Luis L. Lopez

    Luís R. Lopez es Director de Misiones Asociado, Obra Étnica en la Asociación Bautista del Condado Robertson en Springfield, Tenn.

    Read All by Luis L. Lopez ›