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BIRMINGHAM, Ala. (BP)–Dorcas era una mujer cristiana famosa por sus obras de caridad. También se le llamaba Tabita, nombre arameo que quería decir “gacela”. Es la única mujer llamada “discípula” en el Nuevo Testamento. Muchas conversiones resultaron del milagro apostólico de su resurrección.

Esa mujer caritativa murió después de una enfermedad no especificada en la historia. Aunque la mayoría de los comentarios se concentran en el milagro realizado por el apóstol Pedro, vamos a estudiar algunas características de Dorcas. De ella se conoce poco; sin embargo, su influencia fue lo suficientemente poderosa como para ser reconocida en la Biblia.

Fue una mujer reconocida por sus buenas obras.

Su buen nombre era su mejor carta de recomendación. Una mujer así no necesitaba muchas explicaciones para demostrar cuál era su estilo de vida. Sus obras hablaban por sí solas (Hechos 9:36).

Fue una mujer respetada y amada por todos.

Los otros discípulos se preocuparon por su muerte (9:38). Sus amigas la recordaban por la huella que había dejado en sus vidas (9:39). Probablemente esas viudas se vestían gracias a la caridad de Dorcas.

Fue una mujer resucitada por el poder de Dios.

Dios sanó a Dorcas a través de la oración, y mucha gente recibió la salvación (9:40, 42). El mismo Señor que la había ayudado a consagrar su vida en beneficio de los demás, le devolvió el aliento para que continuara la labor para la cual le había llamado.

Un paralelo contemporáneo

Graciela es una mujer de Dios al estilo de Dorcas. Es miembro de nuestra iglesia y ha sido de inspiración para muchas personas. Su llamado primordial es trabajar con personas de la tercera edad. Pero su labor no se limita a ellos. La vemos ayudar a los de su vecindario que viven solos y han egresado de un hospital. Ella sabe cuándo necesitan ayuda y qué clase de ayuda puede ofrecerles. Les limpia la casa, lava la ropa, cocina, les lee la Biblia y les canta hermosas canciones espirituales. No los abandona hasta que sabe que pueden valerse por ellos mismos. Ha sufrido mucho, pero nunca ha abandonado su propósito de vivir para servir al Señor ministrando a sus semejantes. Ha convertido su dolor en gozo.

Nosotros también debemos seguir los ejemplos de personas consagradas y de los consejos bíblicos para lograr vivir una vida que responde al llamado de Dios.

— Para vivir el llamado de Dios debemos ser el reflejo de Cristo (véase Colosenses 1:10). Él vivió haciendo el bien (Hechos 10:38). No tenemos que hacer buenas obras para alcanzar la salvación, pero las buenas obras son el reflejo de nuestra transformación en Cristo. (Véase Efesios 2:8–10.)

— Para vivir el llamado de Dios debemos poner el nombre de Cristo en alto (véase Colosenses 2:6). Nuestros pensamientos y actitudes deben ser como los de Cristo. Debemos rechazar lo que Cristo rechaza y amar lo que Él ama. La gente nos debe ver como un retrato de nuestro Salvador y Dios.

— Para vivir el llamado de Dios debemos haber resucitado a una vida nueva (véase Colosenses 3:1). La vida en Cristo se renueva de día en día (véase 2 Corintios 3:18). No hay oportunidad para vivir en el pasado (Filipenses 3:13–14; 2 Corintios 5:17), sino en un futuro lleno de bendiciones, adornado con las provisiones de Dios.

Para reflexión: ¿Cuánto de su vida dedica usted a los demás? ¿Tiene como prioridad ser un ejemplo para los demás? ¿Es el Señor Jesús su modelo? ¿Está dispuesta a permitir que Dios renueve su vida de tal modo que pueda seguir sirviéndole con más fervor?
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Artículo en Nuestra Tarea, septiembre-octubre-noviembre 2007. Para suscribirse: 1-800-968-7301 o www.wmustore.com.

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  • Por Ángel López y Mirián López