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EDITORIAL: Unidos dentro de nuestra diversidad


NOTA DEL EDITOR: Javier Chávez es el pastor líder de Amistad Cristiana Internacional en Gainesville, Ga. y segundo vicepresidente de la Convención Bautista de Georgia.

GAINSVILLE, Ga. (BP) — La diversidad es una experiencia positiva solamente si está acompañada de respeto, entendimiento, gratitud y esperanza. No es una sorpresa que los Estados Unidos se han convertido en un país altamente multicultural y étnicamente diverso. América ha adoptado a personas con diferente idiomas, etnicidades, colores y culturas.

Su cálida actitud ha hecho que América sea una de las civilizaciones más acogedoras en la faz de la tierra — una característica posible gracias a la fe en la cual nuestros Padres Fundadores establecieron los cimientos de esta tierra de libertad.

Muchos gobiernos latinoamericanos están afligidos por la corrupción política, la violencia rampante, la intolerancia social, la violación sistémica de los derechos humanos y la administración económica caótica. La única esperanza de sobrevivencia para muchos latinos ha sido “buscar el sueño americano” — un sueño que muchos han alcanzado a través de arduo trabajo, educación, relaciones familiares responsables y amor por este país.
Como hispano y como ciudadano americano, creo que todavía es posible alcanzar la unidad en medio de nuestra diversidad. Permítanme compartir un ejemplo personal.
Yo llegué a los Estados Unidos por primera vez en 1995 para asistir a la universidad en una pequeña población de Cleveland, Tenn. Acababa de cumplir 18 años y había dejado mi natal Perú con una maleta llena de sueños y esperanzas. Mis padres me mandaron a los Estados Unidos bajo la visa de estudiante y me aconsejaron que estudiara arduamente, que madurara (algo en lo que, siendo honestos, no había puesto mucho de mi parte viviendo en casa) y que aprendiera lo más posible.
Una vez en Tennessee, batallé para aprender inglés y trabajé largas horas lavando platos en la cafetería de la universidad. Era duro ser un estudiante universitario hispano en los EE. UU. Pero hubo una instancia por la cual estoy muy agradecido y que me ayuda a creer que es posible encontrar esta unidad en medio de nuestra diversidad.
Un sábado me di cuenta de que necesitaba un corte de cabello. Ya que no tenía un automóvil, decidí vagar por el barrio intentando encontrar un lugar de cortes de cabello. Después de haber caminado unos minutos, me encontré una vieja peluquería llamada Joe’s. Decidí entrar, y para mi sorpresa, el lugar estaba lleno de caballeros blancos y ancianos. Cuando me vieron entrar, pude sentir en la manera que me miraron que nunca habían visto a un joven peruano de piel morena. Incluso hoy en día, todavía me pregunto si estaban listos para conocerme en ese momento.
Joe, un hombre blanco como de 60 años, era el dueño del lugar. Me miró bruscamente y me preguntó: “Joven, ¿cómo puedo ayudarlo?” Usando mi poco inglés intenté explicarle lo que necesitaba. Parece que me entendió porque hizo un excelente trabajo.
Ese primer día, él no dijo mucho ni yo tampoco. Pero por los siguientes 4 años seguí yendo ahí por mi corte de pelo. Llegué a conocer bien a Joe. Me presentó a otros amables caballeros como Larry, Mark, Glenn, Bob, Rich y otros hombres blancos muy trabajadores. Me ayudaron a mejorar mi inglés “sureño” y me mostraron el amor por la cultura sureña — específicamente por su maravillosa comida (pollo frito casero, ensalada de papas, té dulce, ensalada de col y demás) y su alegre música country.
Por otro lado, yo les enseñé dos de las palabras más valiosas que los latinos decimos a cualquiera: amigo y familia. En realidad, este grupo de hombres se convirtieron en mis amigos y en la única familia que tuve durante los cuatro años que estudié en la universidad. Los expuse a la nuestra música estilo salsa y merengue. Me llevaron a sus casas y compartieron conmigo sus celebraciones especiales y su comida casera. Pero lo más importante fue que me ofrecieron su amistad. Pudieron vencer sus barreras culturales, raciales e incluso de idioma.
Nunca olvidaré el día de mi graduación de la universidad. Temprano por la mañana fui a cortarme el pelo para asegurarme que me vería bien para la ceremonia. Y ahí estaban — mis amigos, esperándome con un delicioso desayuno. Después de comer juntos, me sorprendieron con un sobre donde había un regalo monetario generoso para comenzar mi nueva vida en Chicago, donde iba a continuar mis estudios de posgrado. Seguí en contacto con algunos de esos hombres por varios años; todos ellos ya han fallecido.
Hace unos meses, 22 años después de esa bella experiencia, llevé a mi esposa y a mis hijos a Cleveland, Tenn. Y les mostré el lugar donde estaba Joe’s. Le conté a mi familia que el mejor ejemplo de unidad en medio de la diversidad no lo aprendí en un salón de clases, en un discurso político o (tristemente) a través de un púlpito de la iglesia. Lo aprendí de los corazones generosos que encontré en hombres blancos ancianos, sencillos pero sinceros.
Como pastor y siervo de la comunidad para muchos hispanos en Gainsville, Ga. es mi oración y esperanza durante estos tiempos de tanta controversia que pueda convertirme en un constructor de puentes para una mejor comunidad, una nueva generación hispana con principios cristianos y una nación más segura y mejor para nuestros hijos. La unidad en medio de la diversidad solamente es posible a través del respeto, el entendimiento, la gratitud y la esperanza y estos valores vienen solamente de un corazón donde el Gran Mandamiento — amar a Dios con todo tu corazón y amar a tu prójimo como a ti mismo — ha encontrado un significado real.
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  • Por Javier A. Chávez