fbpx
Articulos en Español

EDITORIAL: A propósito del Día de los Padres


FORT MYERS, Fla. (BP) — Con los años he aprendido a apreciar más lo que he perdido. Mi padre quedó huérfano de padre cuando solo tenía nueve años. Eran tiempos muy difíciles y él y sus hermanos tuvieron que salir a la calle para buscar la forma de ganar algún dinero para que la familia pudiera sobrevivir. En aquel tiempo, eso era más importante que asistir a la escuela.

Cuando yo nací, mi padre era cristiano, y en mi niñez recuerdo claramente los esfuerzos que él hacía para que yo tuviera todo lo que él nunca pudo tener cuando era niño. Luego nacieron mis hijos y mi padre siguió mostrándome el camino del amor y la entrega absoluta a los nietos.

Recuerdo en mi infancia que en mi casa casi siempre estaba alguno de mis primos que por alguna razón pasaba un tiempo largo viviendo con nosotros, y para mi padre no había diferencias entre ellos y yo.
El amor de padre es inmerecido e incondicional. No mengua ni deja de ser por la actitud o conducta de los hijos. No es perfecto porque es humano, por eso Jesús vino a mostrarnos el amor perfecto del Padre perfecto, y para que ese amor nos sirviera de ejemplo a los padres. Un amor eterno, inconmensurable que, a pesar de nosotros ser pecadores, Él entregó a Su Hijo para que pagara nuestra deuda para así reconciliarnos con Él y adoptarnos como Sus hijos.
Hay cosas que hice y otras muchas que no hice con mi padre terrenal. Hace años que él está en la presencia del Señor. Partió de esta tierra en forma humilde, como siempre fue su vida. Hubiera querido arreglar algunas cosas, pero no tuve la dicha de poder estar a su lado en sus momentos finales y decirle cuanto lo amaba. Mi herencia cultural no es muy sentimental. Con frecuencia, me llena de orgullo cuando alguien se refiere a mi como el hijo de mi padre. Él es el punto de referencia importante y pienso que esos antiguos amigos y compañeros de él, tal vez sin saberlo me están diciendo tú no puedes ser menos de lo que él fue, y eso es un reto.
Yo recuerdo mi infancia asistiendo con mi padre a las misiones, trabajando en la iglesia, leyendo la Biblia, orando, preparando sus sermones. Mi padre no era perfecto, pero Dios me concedió el privilegio de nunca ver a mi padre borracho, endrogado o malgastando el dinero en cosas deshonestas.
Ese ejemplo me ayudó en mi andar como padre, que tampoco ha sido perfecto ni sin errores, pero que espero que algún día también les sirva a mis hijos para reflexionar. Este año quisiera invitarte para que si tu padre vive, eleves una oración a Dios agradeciéndole ese padre que te dio y diciéndole a él cuanto lo amas.
Y si tu padre partió a la presencia del Señor para que tomes unos minutos para reflexionar en todas las bendiciones que Dios derramó en tu vida por medio de él, y elevar una oración de gratitud al Padre celestial, por el padre que te dio y por el tiempo que te permitió disfrutar de él.
–30–

    About the Author

  • Óscar J. Fernández