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EDITORIAL: El cántico de María: Las actitudes del corazón que agradan a Dios


LA MIRADA, Calif. (BP) — El cántico de María conocido como el “Magnificat” es uno de los salmos de alabanza más bellos de las Sagradas Escrituras. Este cántico tiene una profundidad y enseñanza teológica muy importante la cual desgraciadamente pasa desapercibida para la mayoría de los seguidores de Cristo.

Por ejemplo, no puedo recordar haber escuchado ningún mensaje o enseñanza sobre este pasaje en ninguna iglesia o seminario en los que he participado. Para la mayoría de los evangélicos, María fue solamente una muchacha a quien Dios escogió por su gracia para ser la madre de Jesús. Con este cántico María nos recuera que era además una fiel sierva de Dios y una sabia educadora teológica con una importante voz profética a la que debemos escuchar con cuidado para aprender de ella. El cántico de María nos enseña una actitud correcta de adoración y nos da una perspectiva adecuada sobre la vida y sobre las actitudes del corazón que agradan a Dios.

El “Magnificat” se encuentra en Lucas 1:46-55 y es un salmo de alabanza que María pronunció después de que el ángel le anunció que fue la elegida para ser la madre del Mesías prometido. A este cántico se le llama “Magnificat” por la versión en latín en donde María al inicio glorifica a Dios declarando su magnificencia. En medio de la prevalente confusión respecto a la identidad y valor de los seres humanos y a la constante búsqueda de significado por medio de circunstancias externas, el cántico de María nos muestra un camino seguro sobre lo verdaderamente importante en nuestras vidas. A través de su alabanza, María nos enseña que nuestra identidad no está basada en lo que hacemos sino en lo que Dios hace en nosotros y nos muestra al tipo de personas que encuentran el favor divino y las que, aunque son aparentemente exitosas y cuentan con la aprobación de los demás, son rechazadas por el Señor.

El salmo tiene dos partes, en los versículos 46-49, María alaba al Señor por su situación específica al recibir el favor divino y en los versículos 50-55 dan una descripción del poder de Dios sobre su pueblo y aquellos que le temen. Los primeros tres versículos muestran claramente que María entendía bien que su valor e identidad estaban basados en la obra de Dios en su vida y no en sus méritos propios. Dios nos ama y decide cooperar con nosotros por su gracia para cumplir sus propósitos en este mundo. En su un privilegio ser un instrumento en las manos de Dios para declarar su grandeza:

“Entonces dijo María:
‘Mi alma glorifica al Señor,
y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,
 porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí.
¡Santo es su nombre!’

Los versículos 50-53 hacen un contraste entre el tipo de personas en las que Dios se agrada y el tipo de personas a las que Dios se opone. Esta descripción va en contra de lo que comúnmente se entiendo sobre el éxito en la vida y nos muestra que Dios no se rige por estándares humanos de superioridad o valor. En general los seres humanos buscan encontrar su valor en sí mismos y en sus logros, pero nuestro valor siempre debe estar cimentado en Dios y no en nosotros. El versículo 50 declara que Dios se agrada en aquellos que le temen, es decir, en aquellos que están conscientes de su grandeza.

‘De generación en generación
se extiende su misericordia a los que le temen.’

En contraste, Dios está en contra de los soberbios, aquellos que piensan que son importantes en sí mismos y no necesitan de la ayuda divina.

‘Hizo proezas con su brazo;
desbarató las intrigas de los soberbios.’

Los versículos 50-52 describen dos características más de aquellos que reciben el favor divino y de aquellos a los que Dios rechaza. Dios se complace en los humildes y en los hambrientos. La humildad es esencial para relacionarnos con Dios y con nuestros semejantes porque reconoce que nadie es autosuficiente, sino que necesitamos de Dios y de otros para vivir la vida en plenitud. El hambre es una manifestación de una necesidad física que no puede ser saciada por sí misma sino que necesita de algo externo, el alimento, para encontrar satisfacción. Los hambrientos son aquellos que están necesitados y que esperan en la provisión de Dios. Por otro lado, Dios se opone a los poderosos de este mundo y los ricos que confían en sus bienes como la fuente de seguridad y provisión. El deseo común de poder y riqueza como manifestaciones visibles de éxito en este mundo es en realidad una esperanza falsa y lejana a Dios.

‘De sus tronos derrocó a los poderosos,
mientras que ha exaltado a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes,
y a los ricos los despidió con las manos vacías.’

Por último, los versículos 54-55 del cántico de María son un recordatorio de la fidelidad de Dios para con su pueblo. Dios cumple sus promesas y podemos confiar y descansar completamente en Él. El Dios que envió al Mesías prometido también seguirá siempre mostrando su misericordia a todos aquellos que confían en El:

‘Acudió en ayuda de su siervo Israel
 y, cumpliendo su promesa a nuestros padres,
mostró su misericordia a Abraham
 y a su descendencia para siempre”‘.

El “Magnificat” es un cántico de celebración y de enseñanza. María fue bienaventurada al ser elegida como la madre de Jesús y en su alabanza nos recuerda que todos los hijos de Dios también somos bienaventurados y que nuestra esperanza y valor se encuentra en lo que somos en Dios y no en lo que hacemos por nosotros mismos. Todo lo que tenemos y lo que logramos hacer son regalos divinos y cuando vivimos conscientes de nuestra necesidad de Dios, recibimos el favor del Señor y podemos disfrutar la plenitud de la vida que Jesús ofrece a sus seguidores.

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  • Octavio J. Esqueda