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EDITORIAL: Arraigados


NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a http://www.bpnews.net/espanol.

SPRINGFIELD, Tenn. (BP) — Recientemente sembré un pequeño pino frente a nuestra casa. Disfruto la jardinería. La planta es de la familia arborvitae verde esmeralda, una especie hermosa de pino. En promedio crece 4.5 metros de alto y 1.2 metros de ancho. Cuando fuí a comprarlo, quería comprar uno más grande.

Sin embargo, al leer las instrucciones para plantarlo, me dí cuenta de la gran tarea que tenía por delante. Estas decían que debía cavar un hoyo del doble de ancho de la maceta en que venía el pino. Esto con el fin de que las raíces pudieran crecer adecuadamente. Miré la maceta. Recordé lo rocoso del terreno donde vivo y decidí sembrar uno más pequeño. Cavar un hueco tan profundo me iba a tomar mucho tiempo y requerir de un esfuerzo especial.

El apostol Pablo oró por los creyentes a fin de que Cristo habitara en nosotros como un árbol con raíces profundas y fuertes. “Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes.” Efesios 3:17 NTV

Estas raíces no se desarrollan tan fácilmente. Hoy más que nunca la iglesia necesita desarrollar líderes con raíces profundas. En medio de tantas doctrinas extrañas y discusiones superfluas, necesitamos aseguraranos que estamos haciendo discípulos bíblicos y no prosélitos modernos. El llamado de Cristo a profundizar en las Escrituras demanda un compromiso que vá más allá de completar una serie de tareas diarias. Estar arraigado en la roca eterna es estar seguro de quiénes somos, a dónde vamos y por qué actuamos.

Recientemente hablaba con un grupo de jóvenes creyentes y les preguntaba como veían ellos la vida espiritual de sus otros cristianos. Uno de ellos, sin esperar mucho, dijo: “superficial”. Le pedí que se explicara. Otros inmediatamente comentaron: “Solo apariencias, sin solidez ni sustancia”. Me quedé pensando en lo que estos jóvenes decían y pensé en el pino que había sembrado apenas unos días atrás.

Hoy muchos dicen ser creyentes pero sus raíces parecen muy superficiales. Están más preocupados en satisfacer sus propios deseos, ganar discusiones, mandar mensajes por medios sociales que buscar el reino de Dios. La agenda de Dios parece haberse entregado a otro grupo. Sus bases son fácilmente sacudidas. Sus conversaciones se quedan en la superficie. Se conforman con ir a un culto, decir que son conservadores y no cambiar nada. Al salir del templo olvidan lo que allí escucharon.

Las instrucciones del árbol que planté decían que durante el primer año debo mantener húmeda la tierra, luego debo regar el árbol dos veces por semana. Fertilizarlo en la primavera y en el verano. Cuidarlo de las abejas y los insectos dañinos. En otras palabras, el arbovitae verde esmeralda requiere de cuidado. Pienso en el discipulado y cómo estoy impactando a otros con mi propia vida.

En algún momento enfrentaremos tempestades y tormentas. Estas son parte de la vida. Las raíces profundas hacen que los árboles permanezcan firmes y resistentes. Si no abonamos bien la tierra y dejamos que Dios la riegue como solo él sabe hacerlo, nuestro árbol no crecerá tal como está diseñado para hacerlo. Hay un riesgo en dejar que las circunstancias sean las que acomoden las raíces en la superficie esperando el agua fácil y esporádica de la lluvia. Cuando esto sucede, los árboles demoran más en crecer.

Cuando el árbol crece, sus raíces migran hacia lo más profundo. Estas buscan agua y nutrientes de las capas más inferiores del suelo. Es allí en este suelo espiritual que podemos conocer la profundidad de las riquezas del amor de Dios si profundizamos en las disciplinas espirituales. Pablo, de rodillas, oraba por nosotros a fin de ser fortalecidos con poder en el ser interior por medio de su Espíritu. Dios desea que crescamos como árboles espirituales con raíces profundas. Ese tipo de raíces nos mantiene fuertes. Nos permite experimentar lo grande, ancho y alto del amor de Dios.

Esta mañana al salir de mi casa, noté que el pino estaba allí. Me pregunté cómo estarán sus raíces. ¿Y las mías? Bienaventurado el hombre que permite a Dios desarrollar raíces fuertes y profundas en su vida. Cuando llegan las tempestades y los vientos fuertes soplan, sus raíces le permiten resistirlas con firmeza. No será subyugado ni barrido por el viento. Su árbol permanecerá.

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  • Luis R. López

    Luis R. López es Director Asociado de Misiones y Trabajo Étnico de la Asociación Bautista del Condado de Robertson en Tennessee.

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