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EDITORIAL: Viaje ligero


SPRINGFIELD, Tenn. (BP) — Escribo esta columna días después que nos mudamos de casa en Tennessee. Vivimos en nuestra casa anterior por más de veinte años. Allí crecieron nuestros dos hijos varones. Una vez que ambos se mudaron, la casa se hizo muy grande para nosotros solamente.

De acuerdo a Answers.com, la familia promedio en los Estados Unidos se muda cada seis años. Alrededor de 40 millones de personas se mudan anualmente. Casi ¾ partes de la población se muda en promedio cada cinco años.

Obviamente, muchas razones contribuyen a estas estadísticas. Cambios en la economía, el aumento de los divorcios en los últimos 30 años y el trabajo son algunas de las más citadas. Interesantemente, la fuente señala que “los divorcios resultan en muchas mudanzas. Pero algunas veces, las mudanzas incentivan a más divorcios.” Otras causas son cambios de estado (casamiento, graduación de la universidad, jubilación, etc.) y otras razones personales.

En este proceso aprendí la importancia de viajar ligero. Por ello, comparto tres realidades que estoy tratando de aplicar a mi vida a través de esta interesante experiencia.

En primer lugar, somos peregrinos en este mundo. Viajamos por estos lados durante un período señalado de tiempo. Este no es nuestro destino final y eterno. Somos transeúntes en este planeta. La Biblia se refiere a los creyentes como extranjeros o advenedizos en nuestro peregrinaje por esta tierra. En la Biblia, el término se usa en principio para describir la permanencia de Abraham en Egipto (Gen. 12:10). El patriarca no era un ciudadano de Egipto. Era un extranjero quien residía en otro país y descendió “para pasar allí un tiempo.” También se usa para describir la permanencia de Lot en Sodoma como un extranjero que llega de un país a otra ciudad o país para vivir junto a los nativos (Gen.19:9). La idea de los soldados que son asignados para estar en un lugar lejano por un tiempo y que anhelan el momento de su regreso a su tierra de origen nos ayuda a entender lo que el apóstol Pedro quería decir cuando se nos describe como “peregrinos” o “expatriados” en 1 Pedro 1:1.

Nuestra ciudadanía no es de un reino terrenal pero eterno. “Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo.” Filipenses 3:20. La antigua y nueva casa son temporales y pasajeras. Somos extranjeros residentes, no ciudadanos. “Porque no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.” Heb.13:14

En segundo lugar, para viajar ligero debemos deshacernos de cosas que no necesitamos. Durante la mudanza descubrimos que teníamos más cosas de lo que creíamos. Tuvimos que usar y ocupar más cajas de lo que originalmente habíamos previsto para la transferencia. Hicimos por lo menos seis viajes en una semana al centro de donación Goodwill. Cada vez que llegaba a este centro, los trabajadores de la empresa me miraban y sonreían diciendo “otra vez por acá”. Acumulamos más cosas de lo que necesitamos. Me sentí culpable de tener cosas que ni recordaba que tenía. Me acordé de los programas de televisión acerca de personas que les gusta acumular cosas y viven desordenadamente. Nos cuesta deshacernos de cosas.

En medio de mi mudanza, Dios me recordó las palabras de Hebreos 12:1 “despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.” ¿Por qué nos aferramos a cosas que no nos ayudan y nos resulta difícil deshacernos de ellas? No hay duda que el pecado pesa. Durante esta mudanza, oré varias veces, “Señor, no quiero correr la carrera de la fé con obstáculos que me enreden y pesen.” Quiero viajar con pocas maletas por esta vida. Las cosas más preciosas que podemos dejar como legado no son materiales, pero espirituales.

En último lugar, mudarse implica dejar algo atrás y abrazar lo nuevo. La primera noche que dormí en la nueva casa no dormí muy bien. Pensaba en los gratos momentos que habíamos vivido en la antigua casa. Me preguntaba si habíamos hecho bien en vender la casa y reducir nuestro espacio. Todo tipo de pensamientos pasaron por mi mente esa noche. Me acordé que la vida es una transición completa. Debemos aprender a vivir cada momento que Dios nos da. Avanzar hacia lo que Él nos pone por delante es parte de vivir a plenitud. Quedarnos atrapados en el pasado es una cosa fácil de hacer y dañina. Dejar la antigua casa en las mejores condiciones posibles era importante, pero comenzar a disfrutar la nueva era vital. Así como en béisbol, para llegar a segunda base necesitamos dejar primera. Aquella madrugada, oré y le agradecí al Señor por las experiencias tan hermosas que nos permitió vivir como familia allí. Al siguiente día, me desperté temprano. Comencé a darle gracias por la nueva casa. Quería acomodar las cosas en el nuevo espacio. Disfrutar cada momento que Dios nos ha asignado es parte de vivir Su llamado. Pablo dijo “olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está adelante”. ¿Qué cosa Dios ha puesto delante de ti en este tiempo que necesitas olvidar o abrazar?

Seguramente, usted podría añadir otras cosas que ha aprendido mientras se mudaba a otro lugar en algún momento. La vida está llena de señales que nos recuerdan la importancia de viajar ligero. No llevemos sobrepeso. Es costoso y no vale la pena.

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  • Luis R. López

    Luis R. López es Director Asociado de Misiones y Trabajo Étnico de la Asociación Bautista del Condado de Robertson en Tennessee.

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