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EDITORIAL: Desarrolle a la gente


SPRINGFIELD, Tenn. (BP) — La iglesia está llamada a hacer discípulos y desarrollar líderes multiplicadores en medio de un mundo cambiante. No importa la frecuencia con que la gente se mude o los cambios que experimente la sociedad, la misión sigue siendo la misma. Desarrollar a las personas desafiándoles a pasar al próximo nivel es fundamental para evitar el conformismo y cumplir con nuestra tarea. Crecer es el antídoto a la paralización y al estancamiento espiritual. El desarrollo de los creyentes está en el corazón de Dios y por consiguiente debe tener prioridad para el liderazgo.

Estudios sobre la iglesia hispana en los Estados Unidos indican que aproximadamente un 20 porciento de la membresía de una iglesia cambia cada cinco años. Las familias se mudan por diferentes motivos. Otros cambian de iglesia o simplemente se alejan. La necesidad de tener establecido y en funcionamiento un proceso para ayudar a las personas a crecer espiritualmente de forma intencional es hoy más apremiante que nunca. De lo contrario, corremos el riesgo de conformarnos al status quo. No hacerlo es colocar a la congregación en una situación volátil que produce detenimiento y parálisis espiritual. Cada cierto tiempo debemos reconsiderar lo que estamos realmente ofreciendo a las personas para crecer cuando llegan a la congregación. He aquí cuatro sugerencias al hacerlo:

1) Capacite regularmente. Este proceso debe ser continuo. No podemos dejar a la iglesia un período extendido sin ofrecer oportunidades para entrenar a las personas y desarrollar el ministerio que Dios les ha llamado a realizar. Comience con ayudarles a descubrir sus dones espirituales y conéctelos con las necesidades dentro y fuera de la congregación. Por un lado, la gente necesita aprender a hacer mejor y con mayor eficacia lo que está haciendo actualmente. Al mismo tiempo, se necesita explorar otras áreas de ministerio a las cuáles Dios puede estar lamándoles. Considere métodos formales e informarles para llevar a cabo esta labor. Ya sea a través de grupos pequeños, uno a uno o enviándolos a conferencias especiales dentro y fuera de la iglesia, el liderazgo pastoral debe insistir en entrenar continuamente a la gente para los actuales y futuros ministerios de la iglesia. Refuerce aquellas áreas de la iglesia en donde las necesidades de entrenamiento son más críticas y evidentes. Pero muévase hacia delante. Cultive y fomente una visión de todo lo que Dios quiere hacer con la iglesia. Añada a este proceso necesidades de futuros ministerios. Durante este tiempo, ore por las personas. Sea sensible a la voz de Dios en cuanto a lo que El le indique. Desafíe y capacite con intencionalidad. Entrene, entrene y entrene.

2) Desarrolle líderes fuertes. Muchas congregaciones nunca crecerán más de lo que pueden porque el pastor piensa que él tiene que hacerlo todo. Algunos pastores se sienten amenazados por otras personas que son muy creativos, preguntan por qué se hace esto así y cuestionan la manera en que a veces hacemos las cosas. Otros temen que algunos no hagan las cosas tan bien como deben hacerse. Entonces, las hacen ellos mismos. Los pastores no somos los únicos llamados a desarrollar gente. Pero debe comenzar con nosotros. No podemos conformarnos con la excusa de que “lo hago porque sé exactamente lo que hay que hacer” o porque “lo puedo hacer más rápido que otros.” Necesitamos hacernos a un lado y fomentar un clima en donde las personas deseen crecer, intentar cosas nuevas para Dios y poner en práctica los dones que Dios les ha dado. Es tiempo de desarrollar un ejército más grande de voluntarios que a donde quiera que vaya ayude a expandir la misión del reino de Dios. Las llaves de las puertas a la expansión de nuestras congregaciones están dentro de nuestros propios templos. Utilícelas.

3) No subestime la importancia de cada uno. Cada creyente ha sido capacitado por Dios para llevar a cabo algún tipo de ministerio. Todos tenemos por lo menos un don espiritual y hay que ponerlo en práctica. De lo contrario corremos el peligro de enterrarlo y sufrir las consecuencias. Somos miembros interdependientes. Nos necesitamos unos a otros. El cuerpo necesita a todos sus miembros. Ningún cristiano ha sido colocado en el cuerpo de Cristo para no hacer nada. Necesitamos retar a nuestras congregaciones a involucrarnos más para poder desarrollarlas. Este llamado no solo debe ser para servir dentro del templo pero también afuera en la comunidad. Parte de la razón por la que algunas iglesias están estancadas es porque no están conectándose e involucrándose intencionalmente en su comunidad. Necesitamos a más líderes tocando las puertas de las escuelas, los hospitales, las casas de las viudas y las cárceles en nuestras ciudades. Solo así podemos ser sal y luz. A Dios le importa cada creyente. Cada miembro es importante para él. Su corazón late fuertemente por cada uno.

4) Sea un estudiante. A fin de desarrollar a las personas, estúdielas. Hable con ellas. Conozca sus pensamientos y luchas. Considere y valore dónde se encuentran en su caminar con Cristo. Examine las situaciones en que se desenvuelven día a día y sus implicaciones. Deje a otros hablarle a usted. Escuche. Evalúe cuidadosamente los resultados que se obtienen mientras capacita. Pregúntele a los miembros cómo mejorar y qué posibles oportunidades de servicio podemos desarrollar para alcanzar a la comunidad. Haga ajustes y siga adelante. Evite la actitud de ser un “llanero solitario”. Aprenda a asociarse con otros. Identifique las ventanas de oportunidad que no debe dejar pasar. Es decir, saque provecho a las coyunturas circunstanciales que Dios pone a su alrededor para impactar la vida de las personas por la eternidad.

En conclusión, inviértase en otros. Prepare a aquellos que harán el trabajo que hoy usted está haciendo. Multiplíquese. Comience orando y rete a los creyentes. Capacítelos a tiempo y fuera de tiempo. Finalmente, entréguele a Dios los resultados. Él le recompensará en el futuro como sólo él sabe hacerlo.

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  • Luis R. López

    Luis R. López es Director Asociado de Misiones y Trabajo Étnico de la Asociación Bautista del Condado de Robertson en Tennessee.

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