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EDITORIAL: Esa es una buena pregunta


NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a http://www.bpnews.net/espanol.

BRENTWOOD, Tenn. (BP) — En los últimos años, con mucha frecuencia algunos jóvenes en la iglesia se me acercan con preguntas que en última instancia revelan la lucha que están enfrentando en sus centros de estudios y con sus amistades. Son muchachos y muchachas comunes, sin algo espectacular que los destaque de los demás, por lo que algunas veces pudieran ser ignorados o pasar inadvertidos en medio de sus compañeros.

Hace unas semanas, una jovencita se me acercó y me preguntó si estaba bien que ella orara por un amigo que era inconverso. La respuesta lógica es decir que sí. Pero antes de hacerlo, quise conocer un poco más los motivos que ella tenía para hacerme esa pregunta.

Me dijo que había estado conversando de su fe con un muchacho y que él le había confesado que pertenecía a un grupo que practicaba el Satanismo que se reunía en la escuela una vez por semana como actividad extraescolar. Y que como ella le había hablado de Cristo, él la quería invitar para que asistiera a una de sus reuniones. El problema que ella enfrentaba y con el que se estaba debatiendo lo resumió con una sola pregunta: ¿Y yo no sé qué hacer?

Y aunque la respuesta es evidente, no es tan simple como pudiera parecer. Vino a mi mente la historia de Josafat, uno de los personajes poco conocidos del Antiguo Testamento, que fue grande porque anduvo en los caminos de Dios y no se apartó de ellos. En un momento, los enemigos de Israel venían contra el pueblo de Dios, y eran tantos y tan fuertes que Josafat hizo la misma pregunta en 2 Crónicas 20:12. Y la solución que el buen rey dio a su crítica situación, es la misma que puede y ha podido enfrentar las dificultades a través de los tiempos: ¡Volver los ojos a Dios!

Esta jovencita pudo haber recurrido a su familia con su duda, pero evidentemente, no sentía confianza en hacerlo. Al parecer tampoco tiene alguna amistad cristiana de confianza a donde recurrir. Le doy gracias a Dios por usarme como un instrumento para tratar de ayudar a alguien en semejante situación. Y a la vez, me ha puesto en alerta pues muchas otras personas pudieran estar enfrentando situaciones similares, pues hoy vivimos en un mundo realmente desconocido.

Es posible que en nuestra iglesia, en nuestra familia o incluso en nuestro hogar haya algún joven que se encuentre enfrentando una verdadera batalla contra fuerzas poderosas que le hacen sentir que pudiera perecer en la contienda. Este no es un problema nuevo, y la solución tampoco es nueva.

Pudiera ser que en el afán de atraer y de ofrecer opciones similares a las que la juventud encuentra fuera de la iglesia, nos aferremos a soluciones que en definitiva entretienen y no proveen lo que nuestros jóvenes necesitan y andan buscando, lo cual es una especie de alerta especial que nos debe motivar a evaluar lo que estamos haciendo.

Estudiando con detenimiento la experiencia de Josafat, encuentro cuatro pasos sencillos que son esenciales para poder enfrentar cualquier tipo de ataque del enemigo:

1. Oración
2. Estudio de la Biblia
3. Vivir según sus principios (Cristianos)
4. Olvidar el temor

Fácil de recordar, no muy fácil de hacer. Me he propuesto, de manera intencional, estar más accesible que de costumbre para todas aquellas personas que en mi congregación, pudieran estar enfrentando situaciones que en muchos casos, están fuera de nuestra comprensión. Estamos viviendo días muy diferentes a los que vivimos en nuestra juventud.

Esta sociedad se ha apartado mucho en pos de los falsos dioses y nuestros niños y jóvenes están siendo atacados constantemente por fuerzas hostiles poderosas. Se hace necesario que seamos capaces de ayudarles a contar con las armas que Dios ha puesto al alcance de ellos, para enfrentar la batalla y vencer. El mandato de orar sin cesar es hoy, a mi modo de ver, muy urgente y necesario en nuestras iglesias.

Hoy no basta con decir que se es cristiano, es necesario que cada uno de nosotros viva como tal y que nuestro ejemplo motive a otros a hacerlo también. Ese es el mejor mensaje que podemos dar al mundo.

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  • Por Oscar J. Fernandez