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EDITORIAL: Robo de identidad


NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a http://www.bpnews.net/espanol.

SPRINGFIELD, Tenn. (BP) — La apropiación de la identidad de una persona por parte de otra es un crimen muy serio. Cuando el robo sucede, este es utilizado con el fin de perjudicar a una persona. Por lo general, lo hacen para acceder a ciertos recursos o la obtención de ciertos beneficios en nombre de esa persona. Seguramente usted conoce a personas que han sido objeto de este asalto. Mi nombre es muy común. Hace unos años atrás, sufrí este fraude en carne propia. Aún teniendo una póliza de protección contra este crimen, alguien usó mi identidad falsamente. No se lo deseo a nadie.

Así en el campo espiritual, el robo de identidad ocurre. El enemigo de nuestras almas vino para destruir y matar. El es un ladrón que busca dañar la identidad de muchos. Es trágico cuando los creyentes pierden su identidad.

Cuando llegamos a Cristo, la Biblia habla que somos hechos nuevas criaturas (2 Cor.5:17). La vida antigua ha pasado y nos hemos convertido en una nueva persona. En otras palabras, una nueva vida ha comenzado. Dios nos da una nueva identidad. Esta nueva identidad cambia todo. Nuestro pasado ya no nos define. No nos define el trabajo que hacemos, el nivel social al cual pertenecemos, la ropa que llevamos, la escuela a dónde fuimos ni el lugar donde nacimos. No me malentienda, no estoy diciendo que estas cosas no tienen su valor. Pero, lo que nos define de allí en adelante es quiénes somos en Cristo. El nuevo nacimiento pone un punto y aparte en nuestra historia.

Descubrimos nuestra verdadera identidad en Cristo y lo que dice Su palabra. Ella nos dice quiénes somos en El y lo que esto representa para nuestra vida diaria. Esta realidad hace una prioridad el crecimiento espiritual de los creyentes y el discipulado. No nos conformemos con sustitutos.

Así mismo, la iglesia de Cristo no es definida por su tamaño, los asientos que tiene, el tamaño de su presupuesto o las comparaciones que hace el mundo con otras congregaciones. Mucho menos cuando se nos compara con otros grupos religiosos no cristianos. No caigamos en este juego.

Hoy la iglesia escucha muchas voces que tratan de definirla. Con ello tratan de hacernos creer que nuestra identidad depende de estos puntos de vista. Hacen comparaciones que tratan de distraernos. Los partidos políticos no definen a los cristianos y mucho menos al pueblo de Dios. Somos primeramente ciudadanos del reino antes que cualquier otra cosa. Nuestro llamado es un llamado más alto como discípulos de Cristo.

Para muchos hoy, la iglesia está necesitando justificar su existencia. Preguntémosle a Cristo qué piensa al respecto. Es cierto, las circunstancias han cambiado, pero nuestra razón de ser no. Después de todo, Él es nuestra agenda y quién tiene la última palabra. Existen diferentes opiniones acerca del papel que los cristianos y las iglesias deben ejercer en la sociedad. Esto se entiende, pero no nos define. La iglesia es lo que Cristo dice acerca de ella. No es lo que otros tratan de hacernos creer o lo que las estadísticas y las encuestas dicen. No se confunda. Por esta razón, debemos mantener las prioridades en el lugar adecuado y dirigir con nuestro ejemplo. El poder de la Cruz y Su Resurrección siguen estando disponible hoy. Cristo sigue transformando a las personas día a día.

La Biblia habla de la iglesia en tres formas distintas. Pablo habla de ella como el cuerpo de Cristo. Enfatiza que somos miembros unos de otros y El es la cabeza. Juan, el discípulo amado, describe a la misma iglesia como la novia del Cordero. Estamos invitados a una gran boda que se acerca. Pedro se refiere a ella como una nación santa, la nueva Israel. Somos una nación espiritual con un Dios sobrenatural. Es prudente en estos tiempos recordar que la iglesia ejerce estos tres roles diferentes simultáneamente. Así como podemos ser esposos, padres e hijos al mismo tiempo, somos pueblo adquirido, linaje escogido a fin de anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó. Él ha cambiado nuestras vidas para siempre. Recordemos quiénes somos. ¡Cuidado con tu identidad!

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  • Por Luis R. López