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EDITORIAL: La solución para el racismo y la retaliación


HOLLYWOOD, FL (BP) — Recientemente varios pastores de nuestra Asociación Bautista local fuimos convocados para asistir a una reunión en la que se trataron varios temas sobre la diversidad social, el racismo y la retaliación los cuales son temas frecuentes a nivel nacional. La reunión fue muy interesante puesto que participaron pastores afro-americanos, hispanos, anglos, coreanos, chinos y de las etnias amerindias.

Todos los participantes presentaron excelentes ideas y propuestas de cómo interceder por la paz de nuestras comunidades, educando a nuestras congregaciones y luego orando y estableciendo lazos de comunicación, comprensión y común acuerdo con las autoridades locales.

Sin embargo, nuestros esfuerzos no tienen la capacidad de erradicar en su totalidad este problema de justicia social o hacer desaparecer el odio, el recelo, la hostilidad y el rechazo que una persona o grupo étnico expresa en respecto de un sujeto o de un grupo racial en particular.

Desde mi punto de vista, el problema de la xenofobia, el racismo, el resentimiento y la retaliación es de índole espiritual.

La palabra de Dios nos instruye que vivimos en una sociedad caída espiritualmente, la misma que esta influenciada por el maligno (Cp. Efesios 2:1-3; 1 Juan 5:19).

La Escritura nos enseña que Caín lleno de envidia y celos se ensañó contra su hermano Abel (quien también como el había sido formado a imagen y semejanza de Dios); sin embargo, cuando tuvo la oportunidad en su enojo lo mató (Cp. Génesis 1:26; 4:5, 8).

En 1 de Juan 3:12 leemos que los Cristianos deben de conducirse “No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.”

La Biblia nos informa “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19). Y en Gálatas 5:19-21 se añaden las “Enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios … y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.”

Todas estas obras son los frutos de un corazón no regenerado y de una mente reprobada (Romanos 1:28-32). De manera que si el problema es intrínsecamente espiritual, su solución es también básicamente espiritual.

Esta solución es el evangelio de la Gracia de Dios. Pablo dijo “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16).

El evangelio de Dios es la única esperanza para nuestra nación. Este libera al cautivo y abre los ojos de los ciegos espirituales, librándolos de la potestad de Satanás (Cp. Isaías 42:7; Hechos 26:18). Este tiene el poder de cambiar vidas por el poder del Espíritu Santo (Romanos 8:5-9).

Pablo también afirmó “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).

Creo que como pastores tenemos una gran plataforma y oportunidad para influenciar a nuestras comunidades por medio de nuestros congregantes. Por ese motivo, nuestras Iglesias no deben ser centros sociales de entretenimiento, sino centros de entrenamiento doctrinal, discipulado, desarrollo y despacho de creyentes que viven en la misión de impactar a sus círculos de influencia inmediata con el evangelio de Cristo.

Ese es el corazón de la gran comisión (Cp. Mateo 28:19; 2 Timoteo 2:2).

La cosecha está lista, la mies está madura, salgamos pues calzados los pies con el evangelio de la paz y recojamos la siega que El ya preparó (Cp. Mateo 9:37, 38; Juan 4:35; Hechos 13:48).

    About the Author

  • Peter Citelli

    Peter Citelli es el Presidente del Compañerismo de Iglesias Hispanas para el Gulf Stream Baptist Association y el Pastor de la Iglesia Bautista Miramar en West Park, Florida.

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