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EDITORIAL: Malas interpretaciones


BRENTWOOD (BP) — Hay varios refranes populares que encierran grandes errores teológicos. Entre otros puedo señalar los siguientes: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Y este otro, que dice: “Dios dice cuídate que yo te cuidaré”. No hay algún pasaje en la Biblia que respalde lo que estos refranes enseñan. Lo cual no nos debe de extrañar. Muchas veces he escuchado a cristianos fervientes y devotos, repetir esos y otros refranes similares con mucha convicción, como si realmente se tratara de verdades teológicas. Y eso es en verdad un problema. Realmente no se puede creer todo lo que se oye y menos repetirlo con convicción.

Yo tengo la bendición de que mucha gente me pide que ore por ellos, por diferentes motivos. Cuando se trata de algunos asuntos, en los cuales los seres humanos acostumbramos a actuar de acuerdo con nuestros sentimientos, gustos o emociones; acostumbro a decirle a la persona: Yo voy a orar por usted si se compromete a una cosa conmigo. Cuando me preguntan que cuál es la condición, añado: que usted no trate de ayudar a Dios en este asunto.

No es que yo me crea muy santo ni que estoy por encima de la mayoría de las personas con las que me relaciono. Es que yo me he metido en muchos problemas en mi vida, algunos que he lamentado siempre, justo por tratar de ayudar un poquito a Dios para resolver aquel problemita por el cual yo estaba orando.

De la misma manera, muchas veces la respuesta de Dios que he recibido en nada se parecía a lo que yo anidaba en mi mente que sería. Hay muchas enseñanzas teológicas que explican esta incongruencia, pero la manera más sencilla de explicar esto es recordando que: “Los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni sus caminos son nuestros caminos”.

No puedo dejar de mencionar a aquellas personas que me piden que ore por ellas porque dicen sentir el llamado de Dios al ministerio. En verdad, ese es uno de los anhelos más vehementes que se pueden experimentar, y me complace mucho cuando tengo la oportunidad de compartir un tiempo y orar con y por los que desean seguir el llamado de Dios a Su ministerio.

Y si ese fuera su caso, no deje de alabar a Dios a diario por ese motivo. Ahora bien, mucho cuidado. Por lo general, Dios no suele llamar a la gente para que ganen más dinero, para que sean más importantes, para que puedan dejar el trabajo que tienen que es muy duro y al sol y otras mil situaciones más. Algunos pocos ven al ministerio como una oportunidad para “pastorear” a un grupito de personas que les va a dejar mucho tiempo libre para poder hacer multitud de cosas.

Dios sí llama a servir en Su ministerio con fervor y dedicación. Sí nos llama para que cada día nos esforcemos más para tratar de ser más semejantes a Cristo. Sí nos llama a amar a nuestros enemigos. Sí nos llama a servir con pasión y sin condiciones en la obra de propagar el evangelio. Sí nos llama a ir, donde nunca pensamos ni hubiéramos querido ir para sembrar la semilla del mensaje de la salvación. Sí nos llama a ir a hacer discípulos. Es cierto que el “obrero es digno de su salario” pero, el ministerio cristiano no es un negocio humano, es un negocio de Dios, y con Él, las reglas y las normas son diferentes. Las recompensas del ministerio son eternas, no en este mundo.

Dios nos llama a servir, sin condiciones. Recuerdo con tristeza a una persona que en una ocasión me dijo el día que lo nombraran, iba a llenar la iglesia con todos sus discípulos y los miembros de su culto de oración. Afortunadamente nunca lo nombraron, y los discípulos solo existían en su imaginación enferma, al igual que los supuestos miembros del llamado culto de oración. Si alguien trata o pone condiciones a Dios, lo más seguro es que eso que dice ser un llamamiento, en realidad no lo sea y no venga de nuestro Padre celestial.

Nuestro llamamiento es para ser discípulos de Jesús y para hacer discípulos de Él, y para eso tenemos que: tomar nuestra cruz cada día y seguir al Maestro.

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  • Óscar J. Fernández