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EDITORIAL: Confíe en el poder de Dios… (Josué 3:7-17)


BRENTWOOD, Tenn. (BP) — El liderazgo suele obligarnos a salir de nuestra zona de seguridad. Cuando es lo correcto, y cuando ciertamente Dios lo ha ordenado, los buenos líderes dan un paso al frente. Siempre podemos confiar en que Dios nos va a guiar. No importa si confiamos o no en nosotros mismos. El hecho de obedecer a Dios, aumenta nuestra confianza y también motiva a otras personas a dar un paso al frente.

Josué fue llamado a hacer algo inusual, cruzar el río Jordán por tierra seca. Josué guió al pueblo a obedecer esta insólita orden y a hacerlo con confianza. ¿Ha tenido usted, alguna vez, que realizar alguna tarea en la obra de Dios que parecía imposible?

Después de mucho vagar por el desierto a causa de la mala decisión que tomaron sus antepasados — sintieron temor ante los habitantes de la tierra prometida, en lugar de temer a Dios — los hijos de Israel volvieron a encontrarse al borde de la tierra que Dios le había prometido a Abraham y a sus descendientes. Para entrar en esa tierra, era necesario cruzar el río Jordán que estaba desbordado en esos momentos. Dios, como lo hizo con Su pueblo cuando le permitió cruzar el Mar Rojo en seco al salir de Egipto, de nuevo permitió que esta vez, pasaran en seco por el centro del río Jordán, a pesar de parecer imposible.

Después de haber pasado muchos años en el desierto, como castigo a una generación de adultos incrédulos, Dios permitió que la siguiente generación de israelitas entrara en la tierra prometida. Desde una perspectiva humana, el momento en el que se les dio el mandato de tomar posesión de la tierra prometida parece errado, ya que la principal barrera geográfica que tenían que enfrentar, el río Jordán, estaba en la época en la que se desborda. Sin embargo, Dios eligió ese momento específico para instar a Su pueblo a actuar. El obstáculo de las aguas obligaría a los israelitas a decidir si deseaban obedecer a Dios, o seguir un camino similar al de la generación incrédula que les había precedido.
Josué 3:7 dice: “Entonces Jehová dijo a Josué: Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como estuve con Moisés, así estaré contigo.”

La frase: “Jehová dijo a Josué,” es muy importante para entender cómo continúa la historia a partir de aquí. Primero, nos recuerda que Dios juega el papel activo de guiar a Josué. Dios no le dio a Josué un “panorama general” para luego dejarlo a su suerte para que él descubriera los detalles. Por el contrario, se ocupó de los pasos específicos que el pueblo debía dar para cruzar el río Jordán para entrar en la tierra prometida. Segundo, dado que Josué era el líder humano del pueblo de Dios, su liderazgo debía mostrar que el Señor era quien guiaba su vida. El hecho de que Dios le hablara a Josué era necesario para lograr el éxito de todo el proyecto.

Al igual que tomó la iniciativa de hablarle a Josué, Dios también le prometió que lo engrandecería “delante de los ojos de todo Israel.” Al hacerlo, el Señor iba a ayudar a Josué a vencer la ansiedad de embarcarse en una tarea que parecía imposible, como era cruzar un río que se encontraba desbordado, y entrar en el territorio de los enemigos. Al Él engrandecer a Josué, todo Israel sabría que Dios estaba con Josué tal y como había estado con Moisés.

La orden era casi insólita: Dios le indicó a Josué que ordenara a los sacerdotes que llevaran el arca del pacto […] “hasta el borde del agua y que luego se detuvieran en el Jordán.” Esto podía resultar confuso. ¿Cómo los sacerdotes se iban a mantener en pie en medio de un río impetuoso y desbordado? Al parecer, el mandato no tenía un sentido práctico. Pero Dios esperaba que Josué y los sacerdotes confiaran en Él y en Su poder y no en el sentido común. La parte de ellos era obedecer, Dios se encargaría de controlar al río. Dado que el río era el obstáculo más difícil que impedía el cruce, los sacerdotes debían pararse en medio del río desbordado, simbolizando así el poder de Dios para vencer esta barrera que humanamente era infranqueable.

Dios prometió a Su pueblo que cuando el arca de Jehová fuera llevada hasta las aguas del Jordán, estas “se dividirían,” porque las aguas que venían de arriba se iban a “detener en un montón.” Así que el Señor de toda la tierra iba a formar un dique sobrenatural en el río que permitiría que los israelitas pasaran en seco a la tierra prometida. Al dar este mensaje a los israelitas, Josué estaba expresando su confianza en el poder de Dios para vencer cualquier obstáculo que se presentara aunque este fuera enorme. ¡El pueblo solo tenía que confiar y obedecer!

Un aspecto importante de este episodio, es que Dios, hoy día, sigue usando el mismo método. Él utiliza hechos y circunstancias para realizar cosas que parecen imposibles, cuando Sus hijos tienen fe en Él y son obedientes. Pero nadie se llame a engaño. No existe algún ser humano que pueda manipular a Dios para hacer las cosas que él quiera hacer, bien sean en la iglesia o en una denominación. Ni siquiera aparentando que la motivación principal es obedecer a Dios. He visto muchas veces a Dios pedir que se hagan cosas que van contra la lógica humana, pero que están en los planes divinos. En estos casos, los resultados han sido tan sorprendentes como el cruce del Mar Rojo y el Río Jordán en seco. Y también he visto fracasar a mucha gente que ha tratado de hacer cosas, que parecían muy “buenas” y que supuestamente agradarían a Dios, pero que no estaban en los planes de Él para ese momento.

Por nuestra parte, tenemos que abrir nuestro corazón para cuando Dios dé la orden de marcha, salir a cumplirla sin vacilar, SIN dudar, aunque la tarea parezca imposible de realizar. La duda es la mejor expresión de la falta de fe, y SIN FE, es imposible agradar a Dios. No mire a la violencia de las aguas ni al ancho del río. El Creador de ese río tiene poder sobre el mismo, y si Él nos da la orden de cruzar, tenemos la seguridad de que va a detener las aguas para que crucemos en seco. ¡No se detenga ante su Jordán! Busque la dirección de Dios y espere que Él le hable a su corazón y le dé la orden de marcha. El Señor hizo lo que había prometido, bendiciendo la obediencia de los sacerdotes y quitando el obstáculo del río Jordán para entrar en la tierra.

Desde luego, debemos recordar que Dios nos llama a obedecer y nos promete Su bendición según Sus términos, no los nuestros. Nadie puede manipular a Dios ni exigirle que nos recompense por la obediencia que le debemos. Así que:

1. Busque las promesas de Dios en Su Palabra.
2. Asegúrese que la orden de marcha viene de Dios.
3. Deténgase y analice si la tarea que va a realizar tiene su fundamento en la Palabra de Dios, o si está basada o influenciada por lo que usted desea.

Cuando confiamos y basamos nuestra seguridad en lo que Dios nos ha ordenado, podemos saltar de alegría. ¡Y podemos saltar muy alto! Porque Él está con nosotros.

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  • Por Oscar J. Fernandez