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EDITORIAL: Fe viva y con resiliencia


NASHVILLE (BP) — Los recientes acontecimientos en nuestra nación que incluyen la decisión de la Corte Suprema de extender el matrimonio del mismo sexo a escala nacional, el horrible asesinato de nueve (9) personas en la iglesia metodista de la comunidad negra en Charleston, Carolina del Sur durante un culto, los incendios a templos de congregaciones negras y los ataques despiadados en Egipcio, Túnez y Kuwait del auto proclamado Estado Islámico, ISIS, dejando a decenas de heridos y muertos en lo que va del 2015 son sin duda tristes y lamentables. Su impacto final aun está por verse. Ellos reflejan el palpitar de una nación y un mundo que están necesitados del evangelio y del poder de Dios.

No quiero ser pesimista, pero es probable que enfrentemos desafíos aún más grandes que estos en los próximos años. Jesús dijo ” Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo.” Juan 16:33 NTV.

La base de nuestra fe no está en las circunstancias en que vivimos. Nuestra norma de conducta no está definida por una corte humana. El valor de la vida no lo delata el color de nuestra piel. La anarquía religiosa extrema de ISIS repugna a cualquier estado organizado y de orden. La homosexualidad sigue siendo pecado. El racismo es repudiado por Dios. El crimen y el terrorismo quebrantan Su corazón. Los creyentes obedecemos primero a Dios antes que a los hombres.

En medio de esta realidad, me permito sugerir que nuestra postura ante estos acontecimientos debe ser la de practicar y abrazar una fe viva que entiende su origen, sabe del poder destructor del pecado, y al mismo tiempo tiene una convicción clara y contundente que hoy más que nunca necesitamos proclamar el evangelio. Esto implica hacerlo en amor y respeto entendiendo que seremos malentendidos por algunos. Pero, debemos hacerlo sin temor. Cristo aún está sentado en el trono y reina por sobre todo.

Hoy más que nunca estamos llamados a practicar nuestra fe y a mostrarla con actos que reflejen claramente que hay esperanza en el Cristo resucitado. No es hora de desanimarnos. Cerrar la puerta y sentarnos a lamentar no es una opción para los soldados de Cristo. Es hora de actuar con sabiduría reconociendo que a menos que la sal haga su labor nuestro mundo no podrá escuchar de nuestros labios las buenas de salvación. Es para este tiempo que Dios nos tiene acá. 

El amor de Cristo nos impulsa a vivir con resiliencia. Nos impulsa a mirar más allá de las circunstancias y reconocer que el único y verdadero Supremo sostiene a este mundo y conoce de sus luchas.

Su gracia aun alcanza y puede transformar a cualquier hombre, mujer o niño que se lo permita. El Espíritu Santo todavía tiene la capacidad para producir convicción de pecado, perdonar transgresiones y restaurar vidas. Su obra de justicia y juicio aun permanece. Predicar en medio de un caos cultural y moral no es nada nuevo para los creyentes. ¿Qué nos dirían los héroes de la fe en estos tiempos? Jeremías nos podría recordar “¿no es mi palabra como fuego — declara el Señor- y como martillo que despedaza la roca? Jeremías 23:29 LBLA.

La iglesia prosigue en su misión porque las puertas del mismo infierno no prevalecerán con ella. Dios está por encima de cualquier gobierno humano. Sus promesas se cumplen. Oremos por un avivamiento. Evangelicemos como nunca antes. Proclamemos Su palabra con poder y claridad. El Rey ha vencido. La fe viva es la certeza de lo que con resiliencia esperamos porque ya sabemos quién triunfó. Es la convicción de lo que no se ve. Esa es la fe cristiana, nuestra fe.

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  • Por Luis López