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LLAMADO A LA ORACIÓN: El matrimonio y la Corte Suprema


NASHVILLE (BP) — Falta muy poco para que la Corte Suprema decida si los estados pueden elegir legalmente si definen o no al matrimonio como la unión de un hombre con una mujer. Es un momento crucial en la historia del país.

La Comisión de Ética y Libertad Religiosa ha presentado informes ante la corte; argumentado en público y en privado sobre la importancia para el bien común de definir el matrimonio como la unión de un hombre con una mujer; y muchas otras cosas más que sería muy largo mencionar aquí.

Pero más allá de todo esto, nosotros como cristianos y como iglesias, debemos de orar — porque el matrimonio no es solamente otro asunto más en la guerra cultural.

Como cristianos sabemos que ni siquiera es posible que ningún gobierno de hecho redefina lo que Dios ya ha definido desde la eternidad. El matrimonio es más que el simple acto de registrar relaciones en un juzgado.

El matrimonio se trata del bienestar común y del florecimiento de la sociedad, aunque también es un icono de la unión entre Cristo y su iglesia, implantado en la creación (Efesios 5:22-31). Sin una visión cristiana del matrimonio, no tendremos una visión cristiana del Evangelio.

Como iglesia debemos orar que el matrimonio no sea tratado como si fuera una casa desfigurada obstruyendo la construcción emprendida por el gobierno — sólo para ser desenraizada en pos del

progreso. Y aún así, por otro lado, debemos orar y pedir a Dios que nos dé sabiduría para que al ir avanzando podamos esclarecer amablemente nuestras convicciones sobre la importancia del matrimonio, tomando en cuenta quiénes somos como hombres y mujeres a la luz del Evangelio, del misterio de Cristo y de Su iglesia.

Debemos orar para que Jesús supere la atrofia en la que hemos permitido que caigan nuestros propios matrimonios y familias desde hace demasiados años. La creencia que hay en nuestras iglesias de que la cultura era suficiente para mantener intactos a nuestros matrimonios ha sido expuesta a la luz como una desgracia desastrosa. Con caos como el del adulterio, el abandono y el divorcio
galopando sin control en nuestras iglesias, ¿cómo pudimos pasar por alto entonces, en ese momento, que estábamos entregando nuestros matrimonios y nuestras familias en las manos de la cultura?

Pero más que nada, debemos orar que podamos mantenernos firmes, sin importar si la corte más importante del país reconoce o no lo inmutable. Debemos amar a nuestros prójimos lo suficiente para tener la confianza de la gente que ha escuchado una palabra de Dios y la confianza de un pueblo que está en una misión con Dios. Debemos aprender de nuestro Salvador, quien no fue sorprendido por el pecado sexual de la mujer samaritana ni tuvo miedo al pronunciar una palabra de arrepentimiento para su conciencia. “Mujer, ve a llamar a tu esposo y vuelve acá” es nuestro modelo: una evaluación honesta del pecado y una invitación abierta a venir a Jesús.

Los riesgos son muy grandes. El precio a pagar por una equivocación sobre el matrimonio es muy caro y tal como se presenta en el resto de la revolución sexual, los niños terminan pagando un gran porcentaje de la cuenta. Es algo que tremenda importancia para nuestra nación y para las futuras generaciones que estemos de acuerdo con Dios en esto.

Oremos para que la Suprema Corte lo entienda correctamente y permanezca dentro de los límites de su autoridad –reconociendo que el estado no creó a la familia, y por ende no la puede recrear. Y al mismo tiempo oremos con confianza, sabiendo que sin importar lo que decida la corte, en el otro lado de nuestras guerras culturales hay una contra-revolución sexual esperando un renacimiento.

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  • Por Russell Moore

    Russell Moore es el presidente de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa, una entidad de la Convención Bautista del Sur.

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