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Una pareja le ofrece una nueva vida a un inmigrante indocumentado


NASHVILLE (BP) — La primera vez que César Virto conoció a sus vecinos Don y Carol Ann Webb, ellos llamaron a la policía. La segunda vez, le presentaron a Jesús.

“Yo no estaría en LifeWay de no ser por ellos,” dijo César, quien ahora es un representante bilingüe del servicio al cliente en LifeWay Christian Resources en Nashville, Tennessee.

César estaba en la escuela primaria cuando su familia se mudó a la pequeña población de Guin, que cuenta con unos 2,500 habitantes, localizada al noroeste de Alabama. Carol Ann y Don vivían a unas cuantas casas de él.

Como muchos niños, César hacía travesuras. A él y a su hermano les gustaba jugar en una casa vacía en frente de la suya, cuyos dueños eran los Webb.

“Él y su hermano estaban rompiendo las ventanas de la casa,” dijo Carol Ann. “Temíamos que se fueran a lastimar.”

Ese primer encuentro conllevó a una inesperada amistad entre esta pareja y César.

“Fue una bendición y ni siquiera lo sabíamos,” dijo Don.

El verano siguiente, César se apareció en el umbral de la puerta de Don y Carol Ann, para preguntarles si podía cortar el pasto del jardín o hacer otros trabajos. Al poco tiempo, iba regularmente a la casa de los Webb. Iba los sábados a desayunar y trabajar en la casa la mayoría del día.

Cuando las cosas no marchaban muy bien en su casa, César se quedaba en la casa de los Webb. Carol Ann estaba de acuerdo con esto y puso en claro su ley. Él podía quedarse en la casa siempre y cuando se sometiera a las reglas.

“Hubo mucho amor con mano dura,” dijo Carol Ann.

Cuando era un adolescente, César descubrió algo sorprendente. Le preguntó a su padre si podía registrarse para tomar un curso para aprender a manejar automóviles. Su padre le contestó que eso era imposible, porque la familia no tenía un estatus migratorio legal.

“Él me dijo, ‘Hijo, no tienes papeles,'” recuerda César. “Esa fue la primera vez que me di cuenta que era un indocumentado.”

César sabía que su familia vivía en México y había venido a los Estados Unidos cuando él tenía 2 ó 3 años. Pero él no sabía que su familia había cruzado la frontera sin permiso legal. Al principio César estaba enojado. Después se sintió desilusionado y frustrado.

“Yo pensaba, ‘¿por qué harían eso?'” dijo César.

Entre más aprendía sobre el trasfondo de su padre, César entendía mejor las cosas. Su familia vino del estado de Guerrero, uno de los más pobres en el país, y sufría por poder poner pan en la mesa.

Mudarse a los Estados Unidos le ofrecía una vida mejor.

“Mi papá siempre decía, ‘Cuando el pasto es más verde al otro lado de la barda y tus hijos tienen hambre–tú brincas la barda,'” dijo César. “Sin importar quien seas.”

Ser un indocumentado significa que ciertos rituales sociales estaban fuera de su alcance: obtener su primer empleo o tener su licencia para manejar, ir a la universidad o votar. Comenzó a ver la escuela como una pérdida de tiempo. Ya no le iba muy bien de todos modos. Qué caso tiene estudiar duro y sacar buenas calificaciones, pensaba. Ninguna universidad lo iba a admitir sin tener un estatus migratorio legal. Incluso si lo admitieran, no iba a poder cubrir las cuotas de colegiatura.

Aquí entraron en la escena Don y Carol Ann.

“Tú ocúpate de las cosas pequeñas,” dijo Don a César. “Deja que Dios se encargue de las grandes.”

En la familia de César no existía un interés en cosas de la fe. Así que nunca fue a la iglesia o aprendió mucho sobre Jesús o la Biblia.

Las cosas iban cambiando a medida que él conocía mejor a los Webb. Ese primer día que tocó su puerta, se sentaron y comieron algo después de haber terminado el trabajo del jardín, y Don los guió a los tres en una oración.

“Esa fue la primera vez que quise saber más de Dios,” dijo César.

César comenzó a ir a la iglesia con Don y Carol Ann los domingos y los miércoles, e incluso les acompañó en varios viajes misioneros. Durante un viaje a Texas, donde el equipo misionero dirigía campamentos de basquetbol para niños, César aceptó a Jesús como su Salvador.

Cuando regresaron del viaje, César comenzó a tomarse más en serio su nueva fe — y sus estudios escolares.

Carol Ann comenzó a ayudarlo con su tarea y a enseñarle buenos hábitos de estudio. En ese entonces, César dijo que su nivel de lectura era muy bajo.

Los viernes por la noche, en lugar de salir con sus amigos, pasaba su tiempo con Carol Ann y Don, mejorando su nivel de lectura.

“Imagínate a un joven de 17 años, pasando su tiempo con dos adultos mayores, leyendo libros,” dijo César.

Algunas noches se quedaban hasta la medianoche estudiando. A veces, César quería darse por vencido. Pero Carol Ann seguía animándolo.

Don no estaba tan seguro. Algunas noches tiraba la toalla y se iba a dormir, seguro que la educación de César era una causa perdida. Esa actitud se ganó un buen sermón de su esposa.

“Le dije a Don, ‘Dios no se dio por vencido con nosotros, y nosotros no nos vamos a dar por vencidos con César,'” dijo Carol Ann.

César se graduó, y Don y Carol Ann le ayudaron a encontrar una universidad que lo admitiera a pesar de su estatus migratorio. Encontraron a un compasivo consejero de admisiones en Blue Mountain College, una escuela bautista en Blue Mountain, Missouri.

Su primer semestre en Blue Mountain fue un desastre. Reprobó la mayoría de las clases y temía que Don y Carol Ann se darían por vencidos con él. Ya que era un indocumentado, César no podía solicitar ayuda financiera y la pareja estaba pagando sus gastos escolares. Al fracasar, sintió que los había defraudado.

“Yo pensé que todo se había terminado,” dijo. Pero, después de algunas palabras enérgicas durante el camino a casa, Carol Ann le dijo que era tiempo de volver a empezar. Su persistencia hizo llorar a César.

“Mucha gente se hubiera dado por vencida conmigo,” dijo. “Ella me dijo, ‘Bueno, fracasamos. Ahora vamos a regresar y a volver a intentarlo.'”

César regresó y cumplió con sus estudios, y sus calificaciones mejoraron. Pero seguía preocupado sobre su estatus migratorio. Carol Ann y Don le habían llevado con varios abogados, pero las opciones eran limitadas.

Entonces, en el 2012, el Presidente Obama anunció un nuevo programa llamado “Acción Diferida para los Llegados en la Infancia” o DACA por sus siglas en inglés. El programa, conocido como la Ley Dream, permite que los estudiantes como César, que llegaron a los Estados Unidos siendo niños, reciban un permiso renovable de empleo para quedarse en el país.

La Ley Dream permitió que César obtuviera una tarjeta de seguro social y una licencia de manejar, así como un trabajo en la universidad para poder pagar sus gastos.

En el 2014, César se graduó de Blue Mountain con un grado en negocios y biblia. El verano pasado entró a trabajar a LifeWay.

Separó una parte de su primer salario mensual para comprar un regalo de navidad para Carol Ann y Don—unas tarjetas pre pagadas para poder usarlas un fin de semana que visitaran Nashville y poder asistir al Grand Ole Opry. Se habían convertido en una familia. César los llama abuelo y abuela, y dice que no sabe qué sería de él sin ellos.

Don y Carol Ann también le han enseñado a vivir su fe. Le contaron de Jesús, pero también le mostraron el amor de Dios. Él quiere hacer lo mismo por otras personas, incluso por sus padres. Carol Ann dice que ella y Don simplemente intentaron hacer lo que Dios les dijo que hicieran: amar a su prójimo en el nombre de Jesús.

No fue un accidente que sus vidas se cruzaron con la de César, dijo Carol Ann. “Sabíamos que Dios puso a César en nuestra calle por una razón.”

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  • Por Bob Smietana