fbpx
Articulos en Español

EDITORIAL: Jonas: En el Proceso de Salvar al Mundo Dios nos salva a Nosotros


FORT WORTH, Texas (BP) — Jonás es un libro favorito para los que nos hablan de misiones mundiales. También se enseña con este libro sobre la desobediencia de todos aquellos que no quieren hacer misión. Sí, seguramente, salvar al mundo de su condición de desobediencia, injusticia y destrucción es algo que el Señor busca. También es cierto que existe algo bastante raro en aquellos que no quieren participar en la misión de Dios hacia el mundo.

Lo que casi nunca se nota en el libro de Jonás, sin embargo, es que el libro no está interesado sólo en la salvación de los demás, por importante que esto sea. Lo que se pasa por alto es que en el proceso de salvar a la mala humanidad, Dios también quiere salvarnos a nosotros—que pretendemos ser buenos, aunque no lo seamos. Y por eso, al leer a Jonás, quien funcionaría como una especie de símbolo del pueblo de Dios, y de sus líderes, Dios nos quiere enseñar cómo librarnos o salvarnos de los males que moran en nosotros.

Sin seguir el mandato de Dios a la misión — que aquí va muy de cerca con el seguir el argumento del libro de Jonás no podemos ser salvos, al menos no como Dios quiere que lo seamos. Es el proceso de la misión el que nos ayuda a entender de qué debemos ser salvos, incluso como pueblo de Dios.

Los invito a seguir la narración tan ampliamente conocida.

I. Dios nos ayuda a liberarnos de lo ridículo de oponernos a él (cap. 1:

Sabemos que Jonás es un profeta que pertenece a Israel a quien Dios les habla para que lleve un mensaje a Nínive, quizá las más grande ciudad conocida en aquel entonces.

Sabemos también que él desobedece y en lugar de ir al este en donde estaba Nínive, se va al oeste donde estaba Tarsis. El lugar más lejano del que se puede pensar. En lugar de ir a California, decide irse a Houston y desde allí embarcarse a China. Jonás, cuyo nombre significa “paloma” quiere volar de la presencia de Dios.

¿No te parece ridículo todo esto? El es un miembro de Israel, el pueblo de Dios. Es un profeta, alguien que debe hablar en nombre de Dios, porque conoce quién es Dios.

¿No te parece ridículo pensar que crea que se puede escapar de Dios? No conoce a Dios, aunque dice conocerlo. A saber cuántas veces quizá habría cantado el salmo 139. La ortodoxia teórica no es el problema, fíjese como contesta en el versículo v.9.

Pero, según Jonás sí podía “escapar” de Dios.
Se lo podía ignorar.
Se le podía restar importancia (¡se quiere ir en crucero…!)
Se le podía contradecir.

Para Jonás parece no haber problema con el llamarse israelita y profeta de Dios y oponerse a él. Parece así sugerirnos lo mismo: Sigamos siendo cristianos, pero sigamos desobedeciendo a Dios, sigamos haciéndonos los locos sobre sus mandamientos para nuestra vida. Puede seguir sin perdonar, puedo seguir mintiendo, puedo seguir siendo infiel, puedo seguir siendo malcriado, machista, testarudo, injusto, vulgar; siga buscando el poder por el poder; aférrese de su tradición y siga haciéndolo ridículamente oponiendose a Dios en su vida. Si hace eso, usted es un Jonás moderno.

Dios tiene su forma de mostrarnos que con él no se juega; que él es el Señor, y que si te dices parte de su pueblo, tarde o temprano te vas a encontrar con él. Y créeme, no te va a gustar, lo que encuentres. La tormenta que se te viene no la vas a poder contradecir ni ignorar. “Dura cosa te es dar patadas contra un punzón,” le dirá Dios a otro hombre en el NT. Jonás también experimentará en carne propia lo que significa oponerse a Dios.

II. Dios nos ayuda a liberarnos de la ridícula pasividad que a veces mostramos 1:5-ss

Lea el capítulo 1 y el verso 5 en adelante. No les parece ridículo que en medio de todo Jonás duerme “plácidamente,” “profundamente” (v5). Yo he escuchado a muchos ocupar el argumento de que todo está bien mientras podamos dormir plácidamente. No debe ser tan malo lo que estoy haciendo porque el sueño no se me ha ido, dicen. Tengo la conciencia tranquila, insisten. Pero, tiempo después se descubre que han estado robando, que han sido infieles, que son adictos a la pornografía, que son violentos, chismosos, “malas bestias” como dice Pablo más adelante, y que descaradamente ha estado contradiciendo lo que dicen creer.

Por más que les truene por afuera — y a veces es bastante lo que otros les dicen—ellos no tienen intenciones de cambiar o de mover un dedo para cambiar.

¿No les parece ridículo que otros nos traten de “dormilones,” “indolentes,” “indiferentes”? (v6)

¿No les parece ridícula la respuesta de Jonás? “Échenme al mar.” Esta respuesta comparada con lo que hacen los demás que piden perdón y exhortan al profeta a “hablarle a gritos Dios, si es necesario.” Pero Jonás dice: mátenme, no hay forma de cambiar. No ora, no se humilla, no quiere cambiar, quiere seguir durmiendo.

Cree que se puede escapar de Dios por medio de la muerte. Pero Dios no quiere su muerte, ni la tuya. Jonás está dispuesto a morir primero, antes de hacer lo que debe hacer. (12). ¿Y tú?

¿No les parece ridículo que a veces la gente que no conoce al Dios de Israel se comporta mucho mejor que los que dicen conocerlo? Los marineros no quieren sacrificar una vida, la de Jonás, para salvarse—a Jonás no le había importado toda una ciudad.

¿No les parece ridículo que a pesar de nuestra desobediencia y pasividad la gente viene a Dios? A pesar de lo que somos Dios hace que otros le busquen y se comprometan. A pesar de lo que nos está pasando a nosotros, otros decidan que a Dios hay que honrarlo de otra manera, es decir, con fidelidad (“hicieron votos.”)

La indiferencia cantaba el dúo de los voceros de Cristo,

La indeferencia surca los caminos,
Turba a las naciones,
Torna la amista el dolor,
Y en su egoismo solo siembra olvido,
Fomenta distancia y separacion.

La indeferencia cual sombra fantasma
Se esconde en la triste maraña del mal,
Es truculenta sencible y mimada,
Mientras que a la guerra conduce a la paz.

La indiferencia que habita en los hombres,
A los mismos santos detiene su andar,
Y hasta los cielos diafanos y bellos
Se tornan oscuros queriendo llorar.
Y desde el trono del omnipotente
Se siente latente clamar una voz
— coro–

Grito de alerta oh hombre despierta
Pues tu indeferiencia te roba el amor.
Grito de alerta oh hombre despierta
Pues tu indeferiencia te aleja de dios

III. Dios nos ayuda a salvarnos de nuestros resentimientos y enojos ridículos. Caps. 2-4.

Algunas veces estos resentimientos y enojos pudieran reflejar que no conocemos a Dios. Jonás le ha orado a Dios y ha visto su salvación. Pero increíblemente ahora, después de predicar, se enoja porque él ha decidido salvar a otros, porque ellos se han arrepentido y cambiado.

La gente se había arrepentido(3:5) y hecho lo que Jonás no había querido hacer (3:6). Si se fija en la oración de Jonás (cap. 2) no hay nada que indique que él le hubiera pedido perdón a Dios. Le dio gracias a Dios porque él lo había salvado, pero no le pide perdón por su actitud y desobediencia. Esto me recuerda a muchos creyentes que alaban a Dios porque los ha sacado de la crisis, pero nunca dan su brazo a torcer. Nunca reconocen que hicieron mal y que deben cambiar.

Me parece ridículo que Jonás se enoje con Dios y se enoje con lo que Dios es (4:2), y se enoje porque sabía que Dios habría de perdonar al que se arrepiente de verdad. Quizás pensaba que todo lo que él había pasado había sido “para nada”(¡! ¿?).

Jonás es el evangelista que se enoja porque la gente se convierte.
Jonás se enoja porque Dios es un Dios bueno, misericordioso, amoroso (4:2).
Jonás se enoja hasta la muerte porque no se siente bien, y porque la enredadera se murió. Pero no se siente mal porque 120,000 pudieran morir. Más bien se había preparado para el espectáculo, y se enoja cuando se cancela! Jonás tenía un problema del corazón.

Me parece que el problema central de Jonás era centrarse en su propia conveniencia. Se enoja porque su mensaje no se va a cumplir. Se enoja porque su palabra se va ver en entre dicho. Se enoja porque el sol lo incomoda. Nada le importa lo demás, o los demás. Dios, es todo lo contrario. A Dios le importa un individuo como Jonás, le importan los 120,000 que no son israelitas, le importan los animales, etc. etc.

A veces por más que sepamos que nuestra misión va más allá que esta plantita que nos da sombra; que nuestra misión es la de presentar el evangelio de salvación a tantas personas como podamos, seguimos metidos en necedades, en cosas de niños, en discusiones tontas, egoístas que obstaculizan la misión verdadera.

Tres veces le pide a Dios que lo mate (3, 8, 9). ¡No ha entendido a Dios!! Para donde cree que va a ir? Dios no contesta… No sé si quizá moviendo la cabeza negativamente, no sé si sintiendo pena por Jonás.

Conclusión:

Lo más difícil de entender en este libro es que termine así. No sabemos si Jonás aprendió la lección o no.

Y quizá la razón no sea tan difícil de entender. El libro termina así para seamos nosotros los que la terminemos en nuestras vidas. Mientras hacemos la misión de Dios, ¿abandonaremos nuestro deseo de oponernos a lo que Dios nos ha mandado? Abandonaremos la pasividad pesimista o de indiferencia? ¿Dejaremos de concentrarnos en discusiones más viscerales y de niños? ¿Tendrá Dios que hacer que nos trague un gran pez? ¿Nos hará quitar nuestra comodidad para que entendamos? ¿Nos tendrá que humillar para que entendamos? A todas esas preguntas sólo usted tiene la respuesta. Aprendamos de Jonás.

    About the Author

  • Por Gerardo A. Alfaro