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EDITORIAL: El celo de jehová nos dio la navidad!


NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a http://www.bpnews.net/espanol

COTTONWOOD HEIGHTS, Utah (BP) — A primera vista pudiera parecer que el título de este artículo es un tanto chocante. Esto debido a que la palabra ‘celo’ está relacionada a sentimientos negativos y a actos compulsivos, mientras que la navidad la relacionamos a la época más especial del año envuelta de sentimientos de paz y amistad. Sin embargo te invito a que vayamos a meditar en el pasaje bíblico que tenemos por delante: Isaías 9:1-7 y que veamos cómo es que el celo de dios nos dio la navidad.

El pasaje tiene su contexto en los capítulos anteriores al noveno, donde dios a través del llamamiento al profeta isaías lo envía a advertir a la nación de Israel de su condición espiritual deplorable, condición que le traería al inminente juicio divino en el año 597 a. De c. A manos de los babilonios. La profecía de Isaías del capítulo nueve se calcula fue dada por el año 740 a. De c., tiempos sin duda oscuros en que el pueblo buscaba más la palabra profética de los encantadores y adivinos que de su dios vivo (Is. 8:19). Ante lo cual el profeta de dios pronuncia y escribe las maravillosas palabras inspiradas por el espíritu santo autor de las escrituras: “¡a la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” (Is. 8:20). Diciéndonos con esto claramente que todo lo que esté relacionado a lo espiritual, sea opinión, declaración, filosofía, teología, o manera de pensar expresada por cualquiera persona, debe de estar alineada con la enseñanza de la biblia y sin contradicción con ella; de otro modo eso es señal de que la persona se encuentra aún en oscuridad espiritual. Luego, Isaías 8:21-22 describe una condición espiritual de ansiedad, insatisfacción y oscuridad donde reinan las tinieblas. En el día de hoy haríamos la comparación espiritual como cristianos bíblicos diciendo: “eso es como celebrar la navidad, pero sin cristo.”

Y es en esa condición de terrible oscuridad espiritual en donde nos encuentra el capítulo nueve de Isaías, el cual inicia con profundas palabras de esperanza: “mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia…pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del jordán, en galilea de los gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. ” (Is. 9:1,2). ¡Aleluya! ¡Nuestro dios es un dios de esperanza! ¡Nuestro Dios es clemente y misericordioso! Ni más ni menos que el hijo de dios, dios mismo en la carne caminó junto a ese mismo mar de galilea (Mt. 1:23; 4:12-16). ¡La luz de cristo vino a la humanidad que vive en sombra de muerte! La luz de Cristo en las tinieblas prevalece y triunfa disipando la oscuridad (Jn. 1:4,5). La liberación espiritual y la salvación que cristo te ofrece desde que él vino al mundo es completa y total (Jn. 8:36). La victoria de Cristo en tu corazón trae alegría que perdura al liberarte de la opresión del enemigo de tu alma (Is. 9:3,4). El hecho que estemos libres del yugo del maligno nos conduce en gratitud a ponernos voluntariamente el yugo fácil y ligero de Cristo (Mt. 11:29,30).

Pero regresando al pasaje de Isaías aparecen a continuación las hermosas palabras: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado” (Is. 9:6a), palabras que describen la primera navidad; palabras que nos transportan mentalmente a imaginar la increíblemente tierna escena del nacimiento virginal de nuestro Salvador Jesucristo en un establo de animales, envuelto en pañales, y acostado en el pesebre que le sirvió de cuna, con María al lado de su esposo José (Lc. 2:7). Los títulos descriptivos de Cristo lo revelan como el único y verdadero Dios: “y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Is. 9:6b; ver también, 1 ti. 2:5; 3:16; 1 Jn. 5:20), y nos invita a adorarlo como Dios que es y a experimentar los múltiples beneficios espirituales que solo él nos puede dar y de los cuales todos tenemos necesidad.

Finalmente, en el último versículo del pasaje hoy seleccionado, después de describir la grandeza del reinado de Cristo, el profeta Isaías termina con la sorprendente frase motivo de este artículo: “El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Is. 9:7). Es decir que tenemos que concluir, que todo este plan materializado de Dios y consumado en la humillación y exaltación de Cristo hace más de 2000 años y todo lo que podemos pensar de nuestra redención y salvación, absolutamente todo, fue impulsado por ¡el celo de Dios! ¡Sí, amén!, Dios nos dio la navidad gracias a Su celo. Pero el celo de Dios no es malvado ni mezquino, sino más bien es su profundo anhelo por nuestro sumo bien y proviene de su naturaleza, de lo que él es en esencia: Santidad, Amor y Justicia. Terminemos diciendo entonces que la navidad es la expresión más clara del celo vehemente de Dios de que le conozcamos y de que nosotros también, a su vez… Le amemos (1 Jn. 4:19). ¡Feliz Navidad!

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  • Rafael Gutierrez