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Miles atrapadas en la industria del sexo en Perú


LIMA, Perú — La joven está parada sola debajo de un poste de alumbrado público con sus brazos cruzados en respuesta al frio de la noche. La acera está llena de gente que camina, pero ella se mantiene quieta. De vez en cuando cambia de posición de un tacón por el otro. No habla con nadie, ni nadie conversa con ella. Un auto se para y ella se aproxima para saludar al próximo cliente.

Esta no era la vida que Elizabeth se imaginó cuando era niña.

“Yo tenía muchos sueños”, dice, mientras sonríe tristemente a los recuerdos de una infancia lejana. “Yo deseaba ser policía, y luego pediatra. Quería ser alguien en la vida. Nunca deseé hacer lo que hago hoy en día”.

Elisabeth es una de las tantas mujeres que trabajan en las calles del centro de Lima, Perú, donde la prostitución es legal y va en aumento. A medida que la economía del país mejora y la gente se muda a la ciudad, más y más chicas se encuentran trabajando en casi cada esquina durante la noche. La industria es tan prevalente que el gobierno está considerando la posibilidad de crear una zona roja oficial.

Cuando Elizabeth tenía 19 años de edad, luchaba bajo una gran carga emocional proveniente de un entorno familiar disfuncional y de la desesperación económica. La prostitución parecía como una salida rápida para independizarse y conseguir solvencia económica. Pero ella no estaba preparada para confrontar el costo emocional que este trabajo demandaría.

“¡Fue horrible!” dice Elizabeth, actualmente con 28 años de edad. “¡Me sentí horrible! El primer día que trabajé entraba con un cliente y salía llorando. Te sientes horrible, porque estás tratando con tantos clientes, uno detrás del otro. Y cuando estamos en las calles, la gente a menudo nos grita y nos insulta”.

A pesar de los aspectos negativos del trabajo, muchas mujeres son atraídas por la promesa del dinero rápido. Más aún, muchas mujeres y niñas son traficadas desde la selva y comunidades andinas y obligadas a participar en este estilo de vida por los cárteles y organizaciones criminales. La explotación sexual de la mujer menor de 18 años es ilegal en el Perú, pero difícilmente se cumple la ley.

“Algunas sólo tienen 11 o 12 años de edad”, dice Elisabeth. “Sé de a una niña cuya madre la manda a las calles. Su madre solía trabajar allí, pero envejeció; así que, ahora envía a su hija a trabajar en su lugar. Esto es muy común”.

Para otras, la prostitución es un negocio familiar. A veces, se puede encontrar hasta tres generaciones de mujeres de la misma familia trabajando en la calle. La joven puede cobrar 20 soles (unos 7 dólares) por sus servicios, mientras que su abuela puede conseguir tan poco como cinco soles (menos de 2 dólares).

Elisabeth recientemente se convirtió en creyente y está tratando de abandonar el trabajo de las calles. Pero, aun con su fe en Jesús, está luchando por abandonar el único estilo de vida que ha conocido siendo adulta. Este es un problema muy común entre las mujeres de este entorno. Por un lado, tienen el deseo de cambiar, pero al mismo tiempo, se ven obstaculizadas por un distorsionado sentido de dignidad y autoestima.

Para los misioneros de IMB, Quentin y Gina Roberts, la situación es más que desgarradora.

“Muchas de estas jóvenes solo tienen 14 o 15 años de edad”, dice Quentin.

“Algunas de estas mujeres viven a dos o tres horas de distancia de la ciudad de Lima”, añade Gina. “Sus familias creen que ellas se encuentran acá estudiando o trabajando, sin saber que lo que realmente están haciendo es la prostitución”.

En el pasado, los Roberts trataron de iniciar un ministerio para capacitar a las mujeres en la costura, peluquería y otras habilidades comerciales para sacarlas de las calles.

“No teníamos los recursos para trabajar solos, así que teníamos que juntarnos con algo que ya estaba disponible”, dice Gina. “Tratamos de unirnos a los servicios sociales. Nuestro programa consistía en que las mujeres se capacitaran para ser peluqueras o manicuristas, u otro trabajo parecido, con la condición de que debían asistir al estudio bíblico. Trabajamos en la propuesta por cinco o seis meses con el fin de obtener la aprobación de las autoridades; sin embargo, al final el proyecto no se realizó”.

Pero, este revés no ha impedido que Quentin y Gina continúen trabajando con prostitutas. Algunos de los hombres y las mujeres que asisten a sus estudios bíblicos han dejado las calles y están siguiendo a Cristo, incluso el ex gerente de un burdel.

Gina dice, “tenemos personas en nuestro grupo que estuvieron metidos en ese estilo de vida y trabajamos individualmente con ellos. Tenemos una señora que está aprendiendo la Palabra, y se ha traumatizado al darse cuenta del estilo de vida que tenía. Se encuentra con sentimientos de culpa y remordimiento, y depresión. Trabajamos con personas que se encuentran lidiando con situaciones similares”.

Los Roberts también dan estudios bíblicos en los hospitales locales donde hay víctimas del VIH, una enfermedad creciente entre los trabajadores sexuales de Lima.

En la actualidad, Quentin y Gina son los únicos misioneros de IMB designados a trabajar específicamente en el centro de la ciudad de Lima. Con miles de mujeres y niños atrapados en la industria, este problema puede resultar muy abrumador para una sola pareja. Ore por los Roberts mientras ministran en esta zona peligrosa, para que Dios les abra puertas y para que puedan compartir el evangelio con aquellos que aún no tienen esperanza en sus vidas.
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  • Por Emily Pearson