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EDITORIAL: El Dios Desmotivado


FORT WORTH, Texas (BP) — Dios — “Estoy muy desmotivado”

Creyente — “¿Pero cómo es eso? Tu no te desanimas.”

Dios — Eso crees tú, porque no me conoces.

Creyente — “Bueno, yo me llamo creyente porque he leído aquellos versos tan inspiradores en tu libro. ¿Acaso no los escribiste tú?”

Dios — “Sí lo hice, pero no para que lo entendieras como lo has hecho.”

Creyente — ¿Y cómo lo he hecho!!!?

Dios — “En primer lugar no los leíste para conocerme a mí. Lo hiciste para sentirte bien tú.”

Creyente — “¿Pero es que acaso tú no dices que quieres mi bien y mi felicidad?”

Dios — “En verdad que sí. Y es precisamente por eso que me siento desmotivado.”

Creyente — “Pero, ¿por qué? No entiendo.”

Dios — “Te di mi palabra para que me conocieras, porque conocerme para ti debería ser tu sumo gozo y felicidad.”

Creyente — “Y?? … Yo la he leído… Bueno, a fuerza de ser sincero, ya que a ti no se te puede ocultar nada, debo decirte que aunque he leído muchos de tus versos, no los he leído todos…”

Dios — “Sabes que lo que más me hace sentir desmotivado no es que no lo hayas leído todo. Lo que más me duele es que no lo has hecho porque me ames, aunque dices y, muchas veces cantas que sí.”

Creyente — ¿No me digas que tú necesitas que yo haga algo para hacerte sentir bien?

Dios — “Pues claro! ¿O también me vas a decir que porque soy Dios no puedo o debo sentirme bien?

Creyente — “Pues sí, ¿verdad?” jejeje…. “Pero, anda no terminaste de decirme por qué estás desanimado, entonces.”

Dios — “Estoy desanimado porque las cosas que te animan, o que crees que te animan, no son las que me animan a mí.”

Creyente — “Aunque eso parece un trabalenguas… creo que te entiendo.”

Dios — “¿De verdad?”

Creyente — creo que entiendo lo que dices ahora, pero no entiendo por qué las cosas que me animan a mí a ti te desaniman.”

Dios — “Es simple… el tiempo que inviertes en animarte con Cohelo, Osteen, Phil, etc. es sólo fantasía que más temprano que tarde te dejará más desanimado de lo que ahora puedas estar.”

Creyente — “Pero, ¿Cómo puedes decir eso? Las cosas que afirman parecen tan humanas, tan buenas, tan sinceras, y sobre todo, tan cercanas a lo que tú quieres!!

Dios — “mmm… ¿Sabes? Eso es lo chistoso que ni siquiera has leído lo que yo he escrito y tú dices saber ya lo que yo quiero…. ¿No te parece que eso es para desanimar a cualquiera, inclusive a mí?

Creyente — “Bueno, pensándolo bien, tienes algo de razón….

Dios — “Pero eso no es todo.”

Creyente — “Ah ¿sí…?”

Dios — “Así están las cosas: Yo te di mi palabra para que me conocieras. El que me conoce tiene vida nueva y eterna. La vida nueva debería ser la más grande motivación que existe, porque en esencia significa estar junto a mí por siempre. Pero tú, no sólo no te interesa conocerme, y por eso no tampoco te interesa mi palabra….

Creyente — “Esto no va terminar bien… ¡me estoy sintiendo mal! … ¿Dónde dejé el libro de Cohelo?!!!

Dios — “Espera un momento… óyeme por favor que te conviene…”

Creyente — “a ver …”

Dios — “Si hubieras meditado en mi palabra, te hubieras dado cuenta que cuando te sientes mal, o algo malo te pasa, es cuando más sientes necesidad de reflexionar sobre el propósito de la vida.”

Creyente — “Si, creo que sí … pero sigue.”

Dios — “Pues bien, mientras sufres es cuando más cerca estás de entender cuanta necesidad tienes de mí, y cuán sin propósito la vida es sin mi presencia… es cuando te das cuenta que tú solo no puedes, que me necesitas…”

Creyente — “¿Me estás pidiendo que sea masoquista, que me guste el dolor y la pobreza?”

Dios — “Ves, eso es lo que pasa cuando sólo lees a tus motivadores y a tus predicadores de prosperidad! Resultas con medias verdades que terminan ocultándote la verdad….”

Creyente — “Explícame pues….”

Dios — “Si permito el dolor y la pobreza no es porque estos sean buenos en sí mismos. Es porque en tu condición presente, ellos son instrumentos que te acercan a mí, y te hacen buscar mi voluntad.

Creyente — “Sigue por favor.”

Dios — “Lo que te debería hacer seguir adelante no es que no tengas problemas, o que hayas aprendido algunos trucos para superarlos. Lo que te debe animar es la confianza de que las circunstancias difíciles de la vida te acercan aún más a mí.”

Creyente — “… y al acercarte más a ti, encuentro la verdadera felicidad… verdad?”

Dios — “Exactamente!! Y así demuestras que has entendido el mensaje central que quiero comunicar, y he comunicado en mi palabra.”

Creyente — “Qué es?…

Dios — “Que yo proveí a mi Hijo para que los seres humanos tuvieran el único camino expedito a mí, que reconozcan su condición de desobediencia e incapacidad y que habiendo renunciado a todas las demás formas por las cuales quieren encontrar realización, superación—que siempre resultan en más alejamiento de todos, y especialmente de mí—me busquen de todo corazón como yo se lo he enseñado en mi palabra. ¡Solo yo puedo darles la felicidad que buscan!

Creyente — “Eso sí no lo sabía!!”

Dios — “Ya ves, el mensaje que tengo para ti no es que en esta vida tengas siempre felicidad, o prosperidad. Creer así oculta y obstaculiza mi verdadero propósito. Yo quiero que el ser humano sea feliz y encuentre salvación, pero no podrá hacerlo si lo que yo he hecho por ellos se sigue mal entendiendo y comunicando.

Creyente — Y ahora entiendo: Te desanimas cuando esto sucede….”

Dios — “¡Por supuesto! ¿No te pasaría lo mismo a ti?

Creyente — ¡Estas sí son buenas nuevas!

Dios — “Cuando la entiendes sí que lo son. Pero muchos no querrán reconocerlas porque no quieren reconocer su condición y necesidad espiritual. Tampoco quieren obedecer a mi Hijo. No quieren venir a mí para que yo los perdone y los acoja. Quieren seguir con un mensaje que les predica que yo les voy a dar dinero y prosperidad material si tan solo lo creen, o lo demandan.”

Creyente — “Y supongo que me dirás que no es así, ¿verdad?”

Dios — “Si lees mi palabra, yo nunca he prometido tal cosa. Al contrario, les he advertido a no buscar esto solamente, pues al hacerlo evidencian que yo no soy a quien buscan. Ellos buscan a otro dios, aunque digan mi nombre, el de mi Hijo, o el de mi Espíritu.”

Creyente — “Qué bueno que me has explicado esto. Ahora entiendo tu desánimo. Perdóname por el dolor que te causé con mis tonterías. Mi mayor deseo es conocerte a ti, y gozar de lo que esta relación significa. De aquí en adelante, dedicaré más tiempo para entenderte y no a leer y a escuchar personas que evidentemente tampoco te han entendido.

Dios — “¿Sabes que esas palabras me llenan de gozo? Sí, lo hacen porque veo que has entendido mi propósito y mi mensaje. ¿Quisieras hacer algo más por mí?

Creyente — “Lo que quieras Señor, tu eres mi Dios, a quien sirvo y amo. Sólo espero ese día en que podamos estar juntos sin ninguna restricción…”

Dios — “Ve y diles a muchos más lo que has aprendido…. Eso me dará mucho más gozo….”

Creyente — “Con todo gusto, Señor! … Y en el proceso tengo que botar varios libros…
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Gerardo A. Alfaro es profesor de teología sistemática y director de la división de estudios teológicos del Southwestern Baptist Theological Seminary en Fort Worth, Texas.

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  • Por Gerardo A. Alfaro