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EDITORIAL: Por amor a Cristo y a su Iglesia


NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a
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FORT WORTH, Texas (BP) — Facundo Cabral acostumbraba a orar así: “Padre nuestro que estás en los Cielos, ¿Cuándo vas a librarnos de tus representantes aquí en la Tierra?”

Por amor a Cristo y a su iglesia, cuídense hermanos de aquellos que se creen maestros, que quieren serlo, que proclaman serlo, que pretenden serlo, y que demandan que se les tenga como tal (Hch 20). Sólo un conocimiento personal, profundo, amplio, lo más completo posible de las Escrituras puede ayudarme a diferenciar entre aquellos que lo son y los que no. Las Escrituras deben leerse y estudiarse no sólo por motivos devocionales. No sólo para sentirme bien, o para encontrar consuelo, o sólo para encontrar paz, o sólo para animarme. De hecho, si sólo las estás leyendo para esto, lo más seguro es que las estás leyendo mal. Las Escrituras deben escudriñarse para buscar la verdad, en todo ámbito. A nadie, excepto a las Escrituras — pues son la Palabra de Dios — le debemos lealtad total. Tienes todo el derecho a preguntar, cuestionar, a no estar de acuerdo si no te pueden mostrar consistentemente con la Escritura que lo que te piden surge de ellas y no de la mente carnal e hinchada (Col 2) de muchos pseudolíderes. Nada tiene poder vinculante absoluto sobre la conciencia del ser humano, ni tradición, ni denominación, ni experiencia, ni líder o lideresa, ni don. Solo la palabra de Cristo debe gobernar en nuestra vida e iglesia (Col. 3).

Algunas vez — si Dios me lo permite, antes de morir — deberé escribir un libro sobre cómo la iglesia (tanto la institucional como la llamada carismática, ministerial, profética, y apostólica) en la historia se ha vuelto un verdadero enemigo de Cristo y su Palabra, y cómo por eso también aunque muchas tienen puertas grandes donde entra mucha gente, sus puertas traseras son todavía más anchas, y por allí salen muchos para nunca más volver… Salen para volverse los más ácidos y enconados enemigos del evangelio. La verdadera iglesia de Cristo luchará con todo lo que tiene para no convertirse en ese enemigo de Cristo … para eso debe luchar con la espada del Espíritu que es la palabra de Dios (Ef 6) también contra sus enemigos, aunque dentro de estos sienta a veces estar luchando contra ella misma…

Algo más sobre la Escritura:

No hay nada más satisfactorio que estudiar la Escritura. Aquellos que la han leído con detenimiento recordarán cuántas veces la palabra escrita de Dios nos promete bendiciones que nada ni nadie más dan. Los pasajes son múltiples. Las bendiciones también. Desde alumbrar, y dar sabiduría hasta proveer el nuevo nacimiento y el crecimiento que el creyente necesita. ¿Quién puede pasar por alto que en el centro de la Escritura se encuentra el capítulo más largo de ella (Salmo 119) con 176 versos dedicados expresamente a resaltar y exaltar las virtudes de la palabra de Jehová. El Nuevo Testamento no se queda atrás. Bastaría con recordar el Jesús del evangelio de Juan y su exhortación a escudriñar las Escrituras porque ellas dan vida, y las muchas otras veces en que el mismo Señor cita, apropia, obedece, y cumple a plenitud la Escritura. Pero, lo cierto es que los apóstoles, fieles a su maestro, también nos dan cuenta de lo indispensable que resulta la palabra de Dios escrita. Pablo dice que toda ella proviene del interior de Dios mismo (Theospneustos: 1 Tim. 3:16), y que por eso es utilísima en la formación del carácter cristiano. Pedro nos dice que es por ella, la palabra, que crecemos a semejanza de Jesús (1 Ped. 1:23; 2:2). ¿Y qué más diré? ¿Hebreos? ¿Romanos? ¿Judas (17-18)? Como si todo esto no fuera suficiente, tal parece que aun la forma en que el canon del Antiguo Testamento se ordena habla de la importancia que la Escritura debe tener para el pueblo de Dios. La Tanach comienza con Génesis 1, el primer libro de la ley, insistiendo que la palabra de Dios es central pues crea y ordena el universo, y todo lo que hace es bueno, y bueno en gran manera. La segunda parte del canon hebreo comienza con los Salmos, y de todos es conocido que el Salmo 1 es una reflexión dedicada a resaltar el poder vivificante y escatológico que la palabra de Dios tiene en la vida del justo. La última parte del canon hebreo, la de los Escritos (o Profetas) comienza con el libro de Josué. Recordaremos también que en su primer capítulo, las instrucciones dadas por el libro se centran en la fidelidad que Josué y el pueblo le deben a la palabra de Dios, y de cómo esta fidelidad desembocará en la bendición de ambos… Así pues no solo el contenido sino la misma estructura de la Biblia nos instruye en cuanto a la necesidad de centrar nuestra vida en el estudio de la Biblia.
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Gerardo A. Alfaro es profesor de teología sistemática y director de la división de estudios teológicos del Southwestern Baptist Theological Seminary en Fort Worth, Texas.

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