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EDITORIAL: Snowden, el 4 de julio y Cristo


NASHVILLE (BP) — En los últimos días el caso de Edward Snowden ha mantenido la atención del mundo entero. El ex contratista de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (ANS) es reclamado por el gobierno nacional por tres delitos de violar la ley de espionaje de la nación.

El pasado lunes 1 de julio escuchamos que el ex técnico de la CIA había solicitado asilo político a Rusia. Una fuente, quien habló bajo condición de anonimato, afirmó que un activista de WikiLeaks que viaja con Snowden había entregado su solicitud a un consulado ruso el domingo. Horas antes, el presidente ruso, Vladímir Putin, aseguró que el ex técnico de la CIA, “no ha sido, ni es agente” de Rusia. Este reiteró que tampoco está colaborando con los servicios secretos de este país. Estos acontecimientos ponen de relieve un sin número de interrogantes en el interesante y complicado caso.

Según reportes, Snowden ha permanecido en la zona de tránsito del aeropuerto de Sheremetyevo en Moscú durante varios días. Hoy muchos se preguntan dónde realmente ha estado y está Snowden. Esto me hace pensar en la difícil e incómoda situación de un prófugo de la ley y uno quien carece de plena libertad. El solo hecho de vivir dentro de un aeropuerto y más aún dentro de una zona restringida por varios días debe ser desesperante. Hollywood ya tiene bastante material aquí para una película. Un movimiento en falso o una acción inadecuada podrían costarle su ya limitada libertad y hasta la vida.

Una cosa es vivir en libertad y otra muy distinta es hablar de ella. Tengo unos amigos cuyo hijo mayor salió la semana pasada de la cárcel. Estuvo allí durante cinco años seguidos pagando una condena de diecisiete años. Salió bajo libertad provisional. Llegó allí como resultado de haber traficado con drogas. Estas no sólo destruyeron precioso días de juventud pero terminaron llevándole a la cárcel. Hoy tiene 24 años. Su madre me contaba la alegría de verlo regresar a casa. Muchos ex carcelarios no tienen un hogar a donde ir. Con ojos llenos de lágrimas ella me hablaba de los ajustes que el debe ahora hacer junto al resto de la familia. En sus propias palabras “ahora parece apreciar cada hora de libertad que tiene.”

Esta semana, el 4 de julio celebramos la independencia de los Estados Unidos. En medio de grandes despliegues que se preparan en todo el país para iluminar el cielo con fuegos artificiales, el sonido de la campana de la libertad sigue escuchándose con fuerza. Es que a pesar de todo, somos bendecidos al vivir en un país que continua siendo un ejemplo de la libertad de expresión y de culto.

Tenemos razones suficientes para celebrar esta libertad. El no estar bajo el dominio de otra nación, el libre ejercicio de los derechos sagrados de expresión y culto y la autodeterminación son algunas de ellas. La Declaración de Independencia no solo señala el cumpleaños de nuestra nación sino su lucha por proteger y mantener la igualdad para todas las personas del mundo.

Los padres fundadores quienes escribieron la Constitución tuvieron el valor de luchar por esta libertad. Estos actuaron con valentía. A pesar de sus temores, pudieron haber sido acusados por la corona de traidores y morir ahorcados. Sin embargo, se arriesgaron a luchar por altos ideales inspirados muchos de ellos en la Biblia. Gracias a ellos y a muchos otros podemos disfrutar de esa libertad. Por ellos estamos agradecidos.

¿Y qué tal de nuestra libertad en Cristo? El peso de la paga del pecado estaba sobre nosotros. Vivimos en un tiempo sin comunión con Dios, en nuestro propia “zona de tránsito.” En el calvario, Cristo pagó por nuestros pecados. A través de muchos intentos, el Espíritu Santo nos atrajo a Él. Nos arrepentimos y le invitamos a nuestra vida. Por Su gracia ese día, El nos libertó. Perdonó nuestros pecados. Nos dio vida eterna.

Esta libertad en Cristo produce en nosotros una fuente de gratitud eterna. Al mismo tiempo, nos presenta un llamado constante a apropiarnos completamente de ella para vivir a plenitud. Día tras día esa campana de libertad repica en nuestro corazón. Lo hace para que permanezcamos aferrados y pegados como ramas a la Vid verdadera. Con esa libertad en mente Cristo nos rescató. Lo hizo para mantenernos libres de ataduras, adicciones y opresiones. Seguir adheridos a El es el secreto. “Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud.” Gálatas 5.1. Como se diría en ingles, “let freedom ring” o en español “deja a la libertad dar su sonido.”

Porque El vive
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Luis R. López es el Director de LifeWay Español de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn. http://www.LifeWay.com/espanol.

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