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En un barrio muy pobre, el agua potable abre los corazones


LIMA, Perú (BP) — “Por favor ¿pueden ayudarnos?”

La petición de una mujer fue lo primero que escucharon Quentin y Gina Roberts mientras entraban a uno de los barrios más pobres de Lima, Perú.

Lo que encontraron los impresionó.

Chozas ladeadas y casas de adobe roto alineadas en un angosto camino de tierra en la pequeña comunidad de Rosario de Fátima. No cuentan con un sistema de agua potable y alcantarillado; sus 350 residentes usan grandes cubetas para colectar agua para sus necesidades. Las cubetas se quedan bajo el sol, cubiertas con pedazos de cartón o de paquetes vacíos para huevos. Una vez que se llenan, las vacían en un gran agujero en la entrada del barrio.

Junto a este agujero había un gran lavadero—el único lugar en la comunidad donde hay agua potable—ahí lavan su ropa los residentes.

Edith Caballa, la presidenta del barrio y quien ha vivido ahí toda su vida, dijo que vivir sin agua potable era casi insoportable, especialmente en una comunidad tan pequeña y sobrepoblada como Rosario de Fátima.

“No teníamos un sistema de alcantarillado. Traíamos cubetas llenas de nuestros desperdicios y solamente las vertíamos en el agujero. Entonces lavábamos las cubetas y las reutilizábamos para llevar agua hasta nuestras casas para beber y cocinar,” dijo Caballa. “Eso era todos los días. Y somos tantos y hay tantos desperdicios, hubo peleas y las personas se insultaban unos a otros. Era muy difícil.”

La familia Roberts, como misioneros de la Junta de Misiones Internacionales, IMB, en los barrios pobres de Lima, han compartido el Evangelio y comenzado estudios bíblicos por toda la ciudad. Las conexiones que lograron hacer en uno de los estudios bíblicos los llevó a Rosario de Fátima donde esperaban comenzar otro grupo evangelístico. Pero rápidamente se percataron que la urgente situación del agua potable proveía una oportunidad para ser el corazón, las manos y la voz de Jesús en la comunidad.

“Nunca había visto nada igual,” dijo Gina Roberts. “He estado en lugares donde no había baños, como en la áreas rurales. Pero en la ciudad no hay árboles, no hay un lugar para cavar un pozo, no hay rocas donde esconderse. Había muchas enfermedades por causa de esto. Nuestros corazones se quebrantaron totalmente con este lugar.”

Miles de peruanos en el centro de Lima viven en quintas como Rosario de Fátima –barrios pobres individuales que van desde pequeñas aldeas hasta grandes edificios de apartamentos. A veces, hasta 900 personas viven en una comunidad donde no hay ni un solo baño.

“Están muy apretados,” dijo Gina, “y eso también da como resultado problemas sociales.”

Con la ayuda financiera de los bautistas del sur, la familia Roberts logró que se instalara un sistema de agua potable por toda la comunidad. El proyecto de $15,000 se tardó casi dos años en completar. Cada familia tenía la responsabilidad de instalar un baño en su propia casa.

Hoy en día, cerca de la mitad de las casas ya tienen un baño. Algunos residentes siguen usando el sistema externo de desechos, pero cada familia ya cuenta con un área privada que puede ser limpiada usando el agua que sale de las nuevas tuberías que se instalaron afuera de cada casa.

Durante el proyecto de agua potable, la familia Roberts comenzó un estudio bíblico en la comunidad. Unas 20 personas se reunieron para aprender de la Palabra de Dios cada dos viernes. Aunque los Roberts siguen asistiendo, ahora los líderes del estudio son los creyentes peruanos en la comunidad.

“Es difícil,” reflexionó Quentin, “pero tienes que encontrar el equilibrio entre demostrar el amor de Dios en las necesidades físicas de la gente, y luego, satisfacer más que esas necesidades. Jesús alimentó a los hambrientos, aunque también debe haber un componente espiritual.”

Caballa dijo que desde la instalación del sistema de alcantarillado, muchos miembros de la comunidad están más abiertos a escuchar el Evangelio de boca de los misioneros que se preocuparon tanto por ellos al punto de ayudarlos. Ella misma asiste al estudio bíblico y anima a otros a que vengan.

“Yo estaba tan lejos del Señor por mucho tiempo antes que [los misioneros] nos ayudaran,” dijo. “No teníamos el tipo de estudio bíblico que ahora tenemos. Poco a poco, he estado creciendo en la Palabra a través de estos estudios.

“El barrio sigue siendo un poco violento,” añadió. “No tenemos mucho que hacer. Pero ahora tiene una gran ventaja porque cuenta con un sistema de agua potable. Era algo tan duro para nosotros. Pero ahora, gracias a los [Roberts], las cosas han cambiado. Tenemos un estudio bíblico, y tenemos agua.

“Gracias a Dios que se han acabaron aquellos días.”
–30–
Emily Pearson es una escritora de la IMB en Latinoamérica.

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  • Por Emily Pearson