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EDITORIAL: Un buen ejemplo a seguir


NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a
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NASHVILLE, Tenn. (BP)–No hace mucho se publicó un artículo en un medio de prensa cristiano y al poco tiempo de haberse publicado comencé a recibir una lluvia de correos electrónicos y llamadas telefónicas de algunos amigos pastores y líderes laicos, preguntándome cuál era mi posición ante cierta declaración que se hacía en el artículo. Los amigos más íntimos me preguntaron que cuál era la posición oficial de la Convención Bautista del Sur ante esa declaración, aunque yo no soy un vocero de la CBS ni tengo por qué conocer esos detalles.

Quiero aclarar que no se trataba de una interpretación bíblica, ni un postulado teológico y mucho menos un asunto doctrinal. Por lo general la gente presta atención a estos asuntos, que son en verdad los importantes. Si ese hubiera sido el caso, entendería por qué algunos querían conocer mi punto de vista al respecto. Me sorprendió porque que se trataba de un asunto irrelevante, que no tiene que ver con los principios y fundamentos de nuestra fe.

Perdónenme los que me llamaron que me conocen y saben que le llamo al pan, pan y al vino, vino. Lo que veo detrás de esa “aparente preocupación” es una actitud orgullosa y egoísta. Es como decir: “Yo no pienso así y yo estoy en lo cierto.” ¿Por qué publican algo contrario a mi manera de pensar? Lo triste es que se trataba de un asunto irrelevante.

Los seres humanos son dados a las manifestaciones arrogantes. Muchos se consideran superiores o mejores a los demás. Esa es también una actitud discriminatoria. Conocí a una persona que entró en los Estados Unidos con una visa de turista y nunca regresó a su país de origen. Luego de vivir, al margen de la ley (ya que vivir en cualquier país del mundo sin la correspondiente visa es ilegal) y de fabricar artimañas legales, logró que le confirieran la Residencia Permanente (Green Card). No critico ni opino al respecto. Lo que si me vuelca el estómago al revés, es que esa persona, al poco tiempo de haber resuelto su estatus legal migratorio, comenzó a criticar y a tratar de “abusar espiritualmente” de algunos cristianos ilegales con los cuales se relacionaba. ¿Cómo se llama eso? Póngale usted el nombre, porque el que yo conozco es muy feo y no tiene algo que ver con el cristianismo. La sombra de la cruz de Cristo, proyectada sobre la vida de un creyente, produce frutos de amor no de disensiones ni arrogancia.

Mi padre acostumbraba a decir: “Cuando quieras saber lo que vale alguien, dale todo lo que pida o llévalo a una posición de autoridad, y su verdadera personalidad va a aflorar.” Yo he podido comprobar muchas veces la exactitud de esa aseveración. Muchos a los que consideré amigos, un día me volvieron la espalda y otros, sin siquiera esperarlo, se convirtieron en verdaderos enemigos. Como se podrá imaginar, muchas veces me he preguntado qué pasó. ¿Qué falló en la relación? Estoy seguro que usted ha tenido experiencias similares. Jesús, el santo Hijo de Dios y Señor y Salvador nuestro conoció también y sufrió este tipo de actitudes. La noche en la que fue arrestado se reunió por última vez, antes de enfrentar el Calvario, con sus discípulos en un amplio aposento alto en Jerusalén. Yo tuve el privilegio de visitar el lugar que la tradición dice que se corresponde con ese sitio y es un lugar sobrecogedor. Jesús se reunió con sus discípulos allí para participar de la comida de la Pascua (Marcos 14:12-17). Él sabía que el momento de su entrega, juicio, condena, crucifixión, sufrimiento, muerte, resurrección y ascensión al Padre estaba cercano (Juan 13:1). Ya el diablo había entrado en Judas Iscariote que había decidido traicionar a Jesús y entregarlo a los líderes religiosos que desde hacía tiempo andaban buscando una oportunidad para arrestarlo y matarlo (Marcos 14:1-2, 10-11).

Jesús se enfrentó a la inminente crisis con la certeza de que Él tenía el control absoluto sobre todos los acontecimientos. El arresto, el juicio y la crucifixión harían parecer que Él era una víctima indefensa, sin embargo Jesús sabía que su resurrección le daría la victoria sobre el pecado y la muerte. Dios convertiría lo que al principio iba a parecer una tragedia en un triunfo vivificante. Al comisionar a Jesús para venir a la Tierra como el Cristo prometido, el Padre le había dado la soberanía sobre todas las cosas y circunstancias que se pudieran presentar. Dios envió a su Hijo en una misión redentora y Jesús estaba seguro de que regresaría al Padre. Jesús en ningún momento dudó de su divinidad, ni de que era el Hijo de Dios. Con esta seguridad y en estas condiciones se aprestó a realizar un servicio muy humilde para dar una lección inolvidable a sus discípulos (Juan 13:3-5, 14-15).

En ese tiempo el anfitrión de una comida generalmente tenía un esclavo que lavaba los pies de los invitados cuando estos llegaban. No olvide que se usaban sandalias, los calcetines no se habían inventado, las calles y caminos no estaban pavimentados y no se viajaba en automóviles; de manera que los caminos polvorientos ensuciaban mucho los pies de los caminantes. Por regla general un esclavo gentil, o una de las mujeres más insignificantes en la servidumbre de la casa estaban encargados de lavar los pies de los invitados. Jesús no tenía ningún esclavo que lavara los pies de sus invitados y a pesar de que los discípulos de un rabí, generalmente realizaban las tareas más insignificantes y las menos apreciadas para él, al parecer ninguno de los discípulos de Jesús pensó en lavarle los pies a su maestro, ni a los otros discípulos. Así que en un gesto sorprendente para la época, Jesús realizó una tarea que estaba reservada para los esclavos.

De igual manera nosotros hoy, sabiendo lo que somos en Dios y teniendo la seguridad de que NADA puede afectar nuestra condición de hijos suyos NI DE APARTARNOS de su amor y gracia, tenemos la LIBERTAD de servir con humildad a los demás.

En esta ocasión Jesús lavó los pies después de la cena y no al llegar los invitados como era la costumbre. Lo hizo de la manera natural que lo hacían los esclavos y luego secó los pies con una toalla. Luego Jesús se ciñó de nuevo su manto y regresó a la mesa. Entonces les hizo una pregunta a sus discípulos: ¿Sabéis lo que os he hecho? Jesús acostumbraba a enseñar por medio de parábolas y en esta ocasión había “actuado” una parábola. La había escenificado, ¿habían aprendido la lección? ¿Entendían que ellos también tenían que servir con humildad y sin arrogancia? Jesús no pretendió establecer el rito del lavado de pies. El significado más amplio de su acto era que sus discípulos y los futuros discípulos en los cuales estamos incluidos nosotros, debían realizar actos de servicio humilde y desinteresado como los que habían caracterizado a su ministerio (Marcos 10:45). La humildad cristiana genuina considera a los demás como más importantes que uno mismo y se ocupa de las necesidades de otros, NO DANDO PARA RECIBIR. La humildad es un asunto práctico. Jesús es el ejemplo perfecto. Él lo dio todo a cambio de nada. Un servicio humilde y desinteresado es para nosotros un estilo de vida diferente, como lo fue para Jesús, y ese estilo de vida nos lleva, entre otras cosas a servir a los demás y no a criticar o buscarle faltas a todo el mundo.
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Óscar J. Fernández es el Senior Editorial Project Leader para Multi-language Publishing, en LifeWay Church Resources Division, LifeWay Christian Resources en Nashville, TN, es además escritor independiente y estudioso de la Biblia. Su blog http://estudiandolabibliaconoscar.blogspot.com tiene seguidores en 45 países.

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