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Un hombre cambiado usa el rap para esparcir la Palabra


GUAYAQUIL, Ecuador (BP)–Sin lugar a dudas, él es su líder.

Las trenzas rastas de Byron García se agitan con el ritmo latino, el ex líder de pandilla acepta los aplausos y las peticiones de autógrafos desde los puesto ubicados en la parte trasera del lugar del concierto. Dos adolescentes en su posición de centinelas uno a cada lado de García — mejor conocido por la multitud como el rapero “Baby G” — disfrutan la música mientras raperos solistas y parejas rotan en sus actuaciones en el escenario.

Hora del evento principal. Él se dirige a los bastidores.

Algunos pocos en la audiencia notan cómo cuatro grandes ecuatorianos se acuclillan para ayudar al cantante en escena. Las cálidas luces reflejan los falsos diamantes incrustados que forman la letra “B” que cuelga del cuello de García. Es la misma luz que hace centellear su silla de ruedas.

El anteriormente notable líder de pandilla, esta noche guiará a muchos hasta el trono de Dios.

“Yo cantaba en el mundo clandestino,” dijo García. “Yo cantaba para burlarme, imitar y parodiar a otros chicos de pandillas rivales. Pero cuando llegué a conocer a Jesús, Dios me puso en el corazón realizar cruzadas evangelizadoras. Comencé a entender que Dios puede usarme también a mí.”

Guy Muse, misionero de la Junta de Misiones Internacionales conoció a García algunos años después de que García aceptó a Cristo. Apasionado por alcanzar su antiguo vecindario de Guayaquil y otros parecidos, García contactó a Muse a principios del 2005 para solicitar entrenamiento en el inicio de iglesias. Ya había comenzado siete grupos bíblicos.

“Solamente salía a las calles y ganaba gente,” dijo Muse. “Mantuvo la puerta abierta todo el tiempo. La gente llegaba y salía a todas horas del día, y él los ministraba. Lo hemos entrenado y hemos caminado junto a él. Tratamos de apoyarlo en lo que siente que Dios quiere que él haga.”

Ayudado por la guía y el entrenamiento semanal de Muse, la tenacidad de García y de los nuevos creyentes por alcanzar las calles ha producido 150 convertidos y el inicio de cerca de 25 iglesias que están cambiando la cara de la violencia que plaga Guayaquil.

PERSEGUIDO POR EL AMOR DE DIOS

Para muchos ex miembros de pandillas en toda Guayaquil, la ciudad más grande de Ecuador con más de 3 millones de habitantes, la vida de García antes de conocer a Jesús refleja la suya propia.

Delincuente. Alcohólico. Armado. Prisionero.

Abandonado cuando su madre soltera se fue a Venezuela, el pequeño García de tres años creció en el hogar de su tío en un barrio de Guayaquil. Sintiéndose abandonado en un área plagada de pandillas, comenzó a canalizar su dolor en ira. A la edad de ocho años, García se involucró en la primera pandilla, mayormente formada por jóvenes de entre 17 y 18 años.

“Yo era parte de la sección infantil de la pandilla,” dijo García. “La idea es que se formen a esa edad para que luego lleguen a ser líderes. Cuando mi madre se dio cuenta, regresó de Venezuela y me llevó a vivir con ella, solamente para que yo me involucrara en peores pandillas allá.”

La espiral descendente de su vida continuó. A los nueve años, García ya tomaba. A los 13, estaba en centros de detención. Estaba involucrado con armas. Se volvió alcohólico. Las cosas empeoraron cuando se enteró que su madre había querido abortarlo. Se hundió más en problemas y dejó la secundaria el primer año a la edad de 17 años.

“La policía me perseguía como uno de los más peligrosos delincuentes jóvenes de toda la ciudad,” dijo García. “Uno de mis objetivos en la vida era tener fama y reputación porque necesitaba sentirme importante. Así fue que cuando tenía 17 años, me encarcelaron.”

En la cárcel, García escuchó por primera vez la verdad acerca de Jesús. Un compañero prisionero le dijo que Jesús lo amaba mucho. Aunque él creía que Jesús podía ayudarlo, ignoró la conversación y luego de ser dejado en libertad tomó de nuevo la calle.

“Cualquier problema que pudiera encontrar, me metía en él,” dijo. “Lo que andaba buscando era que alguien acabara con mi dolor. Esperaba que alguien me encontrara y me matara; así arriesgué la vida una y otra vez.”

Cinco meses después de que salió de la prisión, García fue rodeado por policías durante un asalto. En el cruce de fuego, le dispararon en un brazo y la mano. Cuando el oficial de policía a cargo reconoció a García, dijo: “Este es el ecuatoriano. Esta basura no merece vivir.”

Con la orden de matar, uno de los policías le disparó cinco veces hasta que se quedó sin balas. Entonces el trío de policías comenzó a patearlo.

“Sentía que la vida se me iba, la sangre fluía de mí,” dijo García. “En ese momento, recordé las palabras de aquel [el prisionero] en la cárcel. Me dijo: ‘Un día, necesitarás a Cristo. No importa donde estés, invoca su nombre.’ Ese momento llegó. No me sentía digno de invocar su nombre, pero de todas maneras lo hice. Dije en la mente; ‘Jesús, no me dejes morir sin que me haya arrepentido.'”

En ese momento, la sirena de la ambulancia a la distancia alejó a los policías. Durante la cirugía que duró ocho horas, el corazón de García se paró dos veces. Cuando abrió los ojos, se encontró esposado a la cama. En ese momento, una anciana entró al cuarto.

Comenzó a decirle a García cuánto lo amaba Jesús. Le dijo que ella iba caminando por el pasillo y escuchó la voz de Dios que le decía: “Ve a ese cuarto, y allí encontrarás a un muchacho esposado a la cama. Dile que lo amo y que tiene otra oportunidad.”

“Esta mujer lloraba, y yo nunca había visto a nadie llorar por mí,” dijo García. “Solamente me quebranté por dentro porque verdaderamente Dios había escuchado mi lamento, aunque yo no lo mereciera. Había tenido misericordia de mí, aunque yo me había declarado su enemigo.”

Un año después de que García se empujó fuera del hospital en silla de ruedas, decidió regresar a Ecuador. No había cambiado mucho del hombre que era antes – y Guayaquil tampoco había cambiado mucho. Después del desánimo y de más tiempo en la cárcel, consideró suicidarse. Sin embargo, sus mejores planes no eran parte de los planes de Dios para su vida.

“Un amigo me había prometido que a las 8 p. m. me llevaría una pistola,” recordó García. “Pero Jesús llegó a las 7:30, y me salvó. Le entregué el corazón a Jesús. Ese día, Jesús me liberó.”

García fue liberado de su atadura al alcohol, a la nicotina, al enojo y la amargura. El una vez delincuente terminó la escuela secundaria y comenzó a trabajar como líder de jóvenes. Luego, una llamada telefónica de su pastor para que asistiera a una reunión le cambió más la vida.

ALCANZADO LAS CALLES CON EL RAP

Las caras en la reunión reflejaban la historia de la vida de Jesús. Muchos de los líderes habían pertenecido a pandillas y estaban comprometidos a formar un ministerio para alcanzar a aquellos a los que una vez consideraron hermanos. Todo lo que necesitaban era una conexión con la cultura. Resolvieron que fuera la música.

“La música es un idioma universal,” dijo García. “Se comunica con la juventud. Hay un número de jóvenes a los que les gusta el reguetón y el rap. Ese fue nuestro punto de entrada para trabajar con las pandillas.”

Hicieron un concurso para encontrar músicos talentosos en hip-hop (movimiento artístico y cultural que surgió a finales de los años 1970 en las comunidades afroamericanas de barrios pobres neoyorquinos) y en reguetón (forma latina de música popular en toda Latinoamérica).

García ganó el concurso usando el estilo musical reguetón con letra cristiana. Su primer CD de larga duración — Ejército de Jesús — tiene una decorativa etiqueta de advertencia: Advertencia: Mensaje Explícito del Evangelio.

El reguetón cristiano ha dejado su marca en Guayaquil. En el concierto de abril del 2007, 200 jóvenes aceptaron a Cristo; en otro hubo 60. La juventud responde a los carteles y escucha música cantada por personas que visten y hablan como ellos, pero con un mensaje transformador diferente. Las decisiones que se hacen en las presentaciones han llevado a muchos a vivir vidas diferentes, como chicos que se han escapado de la adicción a las drogas, han dejado las pandillas y ha seguido a Jesús.

“Hemos sido llamados a ser pescadores de hombres,” dijo García. “Un buen pescador sabe qué carnada usar. Satanás puede usar la música para arruinar a la juventud, pero nosotros hemos puesto el don a trabajar por Cristo. Hemos visto el trabajo de Dios en los conciertos que tenemos.”

García y sus compañeros cantantes tienen otra meta — impactar el mundo secular para Jesucristo, inclusive irrumpiendo en los principales medios informativos como la radio.

“Nuestra meta es infiltrar las estaciones seculares y absorber esa área que Satanás ha usurpado,” dijo García. “Toda esta música promueve la violencia, las drogas y la sensualidad. Queremos cambiar eso por el mensaje de Cristo.”

García trabaja bajo la guía de Muse para formas iglesias-casa, las cuales ellos esperan que generen nuevos líderes que comiencen grupos en otras áreas de la ciudad. Estos líderes que se levantan son entrenados a través del programa de Muse para iniciar la nueva generación de iglesias. García también los guía en una escalera reproductiva de discipulado que Muse espera que comience un movimiento de iniciación de iglesias en Guayaquil.

“Nosotros trabajamos con los líderes y ellos, sucesivamente, hacen lo mismo con otras personas,” dijo Muse. “Nuestro enfoque es trabajar con Byron. Byron ha de trabajar con estos otros chicos.”

El estar en una silla de ruedas no ha retrasado a García en su búsqueda por llevar a Jesús a las calles. Su teléfono suena constantemente con un tono hip-hop, señalando que otro chico llama para pedir consejo o para ser alcanzado. Su puerta siempre está abierta para cualquiera que lo necesite. No tiene tiempo para desanimarse o para mirar atrás.

“Me dijeron que nunca volvería a caminar,” dijo García. “No me deprimí, realmente me sentí agradecido con Dios porque ni siquiera merecía eso. Él me sentó para que yo pudiera correr. Todo esto ha tenido un propósito. Aunque estoy en una silla de ruedas, soy libre. Ahora camino con Cristo.”–
Dea Davidson escribe para la Junta de Misiones Internacionales.

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  • Por Dea Davidson