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EDITORIAL: Otra forma de medir el crecimiento


NASHVILLE, Tenn. (BP)–Tengo un buen amigo que es pastor en la ciudad de los Ángeles en California. Hace unos días, hablando con él, le pregunté que cómo estaba la iglesia. Me respondió que había crecido mucho. Como yo he visitado el lugar, lo primero que vino a mi mente fue la pregunta: ¿cómo se las estarán arreglando con el espacio? Me dije, tal vez estén celebrando varios cultos los domingos. O quizás tengan ahora también cultos los sábados. O a lo mejor han comenzado algún otro tipo de organización. Pero antes de que yo pudiera hacerle alguna de las preguntas que me daban vueltas en la cabeza, mi amigo me dijo, hemos comenzado iglesia en el Perú, El Salvador, Nicaragua, Ecuador, Venezuela, México, Honduras y siguió mencionando otros países más.

He estado pensando bastante en esta forma en la cual mi amigo mide el crecimiento de la iglesia que pastorea y a la luz de las Escrituras es realmente una buena manera de medir la salud de la iglesia. Me parece ver un caso similar en la iglesia de Antioquia.

En el libro de Hechos hayamos los antecedentes y vemos que al parecer esta iglesia tenía un concepto similar del crecimiento. La Palabra había sido predicada en Antioquía por algunos de los cristianos que habían sido esparcidos a causa de la persecución que se desató después de la muerte de Esteban. Dice la Biblia que había unos varones de Chipre y Sirene que también le hablaron a los griegos y no sólo a los judíos, y añade que la mano del Señor estaba con ellos y como una consecuencia directa, un gran número de personas se convirtió al cristianismo. Entonces la iglesia que estaba en Jerusalén oyendo lo que estaba sucediendo allí decidió enviar a Bernabé hasta Antioquía y éste, al ver lo que estaba ocurriendo en aquella congregación y luego de ministrar por un breve tiempo, se fue a Tarso a buscar a Saulo y encontrándolo, regresaron juntos a Antioquía y permanecieron allí por todo un año, enseñando y ministrando a los nuevos creyentes.

En Hechos 13:1-3 tenemos otra vista panorámica de este acontecimiento. En la iglesia de Antioquía había ahora muchos “profetas y maestros”. Entonces el Espíritu Santo les pidió que apartaran a Bernabé y a Saulo para la obra a la cual Él los había llamado. Y la iglesia “ayunó, oró por ellos y los envió”.

¿Capta la misma imagen que yo? La iglesia de Antioquía había crecido en número, se había fortalecido y recibido a ministros como Pablo y Bernabé que les ministraron por todo un año. Habían preparado y contaban ahora con muchos maestros entre ellos, y cuando tenían muchos líderes bien capacitados y dispuestos, en obediencia al mandato del Señor enviaron a los dos mejores a iniciar otras obras en otros lugares. Fíjese que no enviaron a los más conflictivos o problemáticos para quitarse de encima un problema, aunque lo enviaran a otra parte. Mandaron a lo mejor de lo mejor. No dieron lo que les sobraba, más bien dieron lo que les hacia falta.

¿No le parece que este es un plan maestro? He hablado con algunos pastores que se sienten frustrados porque sus congregaciones no logran sobrepasar la “barrera” de los cien o los doscientos, o “cualquier otro número”. He hablado con otros que no saben cómo resolver el problema de la falta de espacio para acomodar a las personas que asisten cada domingo a los cultos. Otros se quejan de la falta de líderes que les ayuden a ministrar a la congregación, pero en verdad no he escuchado a muchos hacer el mismo análisis que hace mi amigo de California.

¿Qué sucedería si cada una de nuestras iglesias hispanas, sin importar su tamaño, estuviera dispuesta a entrenar sin descanso a nuevos líderes y a enviar a los mejores a iniciar nuevas iglesias? ¿Se imagina por un instante el impacto que esto pudiera tener en nuestra nación? ¿Qué cree que sucedería si a partir de este domingo su iglesia comenzara a medir su crecimiento por el número de obras nuevas comenzadas y no por la cantidad de personas que vinieron a sentarse en los bancos a escuchar el mensaje? Tal vez sea hora de cambiar la manera de medir el crecimiento en nuestras iglesias.

Pienso que mi amigo californiano está en lo correcto. Su iglesia no ha enviado a alguien a otros países a iniciar nuevas obras. Dios es el que lo ha hecho. Ellos son simplemente obedientes. Han entrenado y entrenan constantemente a sus miembros, y cuando estos sienten el llamado de Dios de regresar a sus países o de ir a otros, simplemente los apoyan en oración y con sus ofrendas generosas. Esta iglesia tiene un culto especial de oración cada semana para orar por aquellos que están ministrando en otros lugares y están al tanto de lo que Dios está haciendo y tratan de apoyar con todo lo que pueden ese trabajo.

Pienso que estamos viviendo nuevos tiempos y aunque la formula en realidad no es nueva, debemos renovar nuestra metodología. El libro de los Hechos está lleno de recetas que debemos comenzar a aplicar en nuestras iglesias. ¿Qué si cada iglesia hispana en los Estados Unidos se propusiera iniciar a lo menos UNA nueva obra hispana en el año 2010? Piense en esto y esté dispuesto a ayudar a los “mejores en su congregación” a escuchar el llamado de Dios, ya que por lo general Dios llama siempre a los mejores. Me parece que debemos de cambiar nuestra manera de ver a la iglesia como un destino hacia el cual tratamos de traer y atraer y empezar a considerarla como un punto de partida desde el cual enviemos a los mejores iniciar nuevas obras para ganar a los perdidos para Cristo.
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Oscar J. Fernandez es el editor jefe de LifeWay Español para Adultos de Leadership & Adult Publishing, LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.

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  • Por Oscar J. Fernandez