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EDITORIAL: Su eminente regreso


NASHVILLE, Tenn. (BP)–Ahora estaba sentado en el aeropuerto de Nashville en espera de un vuelo que me llevaría a Indianápolis. Esta vez me preparaba para asistir a la celebración de nuestra Convención anual de las Iglesias Bautistas del Sur. Dos horas antes, apenas minutos antes de salir de mi casa para el aeropuerto, había recibido una llamada telefónica de parte de la línea aérea para informarme que lamentablemente por motivos de mal tiempo, el vuelo Nashville–Chicago había sido cancelado. Perdería mi conexión a Indianápolis.

La amable representante de la aerolínea me informó que haría lo posible por ponerme en otro vuelo a fin de poder llegar a mi destino lo antes posible. Me confirmó que ella podía hacer algo pero no todo dependía de ella. Necesitaba entender en ese momento que la seguridad de mi viaje no era muy grande. Todos en algún momento hemos llegado a estar en circunstancias cuando un viaje que parecía seguro de repente cambia. Afortunadamente, la aerolínea me pudo colocar en otro vuelo vía Washington D.C. Aunque llegue un poco más tarde de la hora inicial estipulada arribé ese mismo día a mi destino. La espera del vuelo y la incertidumbre de si efectivamente podíamos viajar nos hicieron a todos los pasajeros muy vulnerables.

No es así con la segunda venida del Señor Jesucristo. Su retorno es eminente. Aunque no podamos saber con exactitud cuando esto sucederá con precisión, la seguridad de su retorno es inquebrantable. Esta no depende de las condiciones del tiempo, del mundo o mucho menos de la capacidad de alguna persona de predecir su fecha. Descansa en la certeza del cumplimiento de las promesas de un Dios fiel y confiable ciento por ciento. Esto nos debe mantener a la expectativa de que podemos recibirle en cualquier momento.

Sin embargo, cuántas veces pensamos que su regreso está muy distante, que parece retrasado o simplemente como algunos de los pasajeros de hoy incluyéndome a mi mismo, que el arribo llegará tarde o fuera de tiempo. Las Sagradas Escrituras nos exhortan a velar con expectativa. Esta expectativa debiera crecer con el pasar del tiempo. No se trata de esperar con ansiedad pero con la certeza de que Dios completará un capítulo más de Su historia. En Lucas se nos habla de un hombre que esperó la primera venida del Mesías con este tipo de expectativa y esperanza. Simeón había vivido en la expectativa de que vería al Mesías con sus propios ojos. En sus últimos años de vida terrenal, la promesa pudiese haberse disipado para este hombre de Dios. La esperanza pudo haber sido reducida y su entusiasmo limitado.

Sin embargo, su fe mantenía la expectativa viva. Cuántas veces Simeón habría despertado pensando que ese día vería con sus propios ojos el cumplimiento de la promesa. Quizás algunas noches iría a la cama preguntándose “¿será mañana?” Su visita al templo ese día lo tomó por sorpresa.

Sin embargo, no dudó en obedecer la voz de Dios cuando fue al templo guiado por el Espíritu Santo. Así nosotros, con alegría, guiados por Su Espíritu, podemos esperar la promesa de Su pronto regreso.

Quiero aprender a pensar y meditar constantemente en el tiempo de su venida. Esto nos mantendría a la expectativa de obedecer Su voz constantemente. Aunque quisiéramos saber exactamente la hora precisa de su llegada, creo que es mejor no saberlo. Así nos mantenemos velando preparándonos para darle el lugar que le corresponde, el Dios de la historia.

Quizás esto nos inspire a estar en el mejor lugar, con la mejor actitud y con el corazón y la mente listos para contemplar este magno evento. La seguridad de su retorno nos anima a mantenernos con la expectativa de que podemos “levantar vuelo” en cualquier momento. Él es quien tiene la historia en Sus manos. Así como la comenzó en el tiempo exacto, su segunda venida ocupará el momento que Él lo establezca.

En consecuencia, nuestra actitud debe ser una de confianza y expectante esperanza.

Los padres saben que cuando los niños están pequeños y emprenden juntos un viaje, estos con expectativa preguntan “papá, ¿cuánto falta para que lleguemos?” Con paciencia les decimos que falta un poco más para que lleguemos. La ansiedad de la vida a veces nos hace pensar que el llegar al fin del viaje es un fin en si mismo. Como los niños, nos olvidamos algunas veces de disfrutar el viaje en si mismo. Me refiero al proceso de transformación que Dios está obrando en nosotros y alrededor de nosotros. Todo esto precisamente para preparar Su segunda venida. Aunque nuestro propio viaje tenga algunas “cancelaciones’ o cambios de ruta e itinerario no desmayemos. Aunque el mal tiempo pareciera retrasar su venida, sucede lo contrario. Dios está en control. Mantén la fe. Su promesa es segura. Vivamos confiados.

Su regreso es seguro y eminente.
–30–
Luis R. López es el Director de LifeWay Español de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn. http://www.LifeWay.com/espanol.

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