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Equipos de socorro se mantienen ocupados en Perú


ICA, Perú (BP)–No era la primera vez que Ester Muñoz sacaba a su inválido abuelo de su casa en un intento por salvarle la vida.

Cuando la inundación y las avalanchas de lodo dañaron miles de casas en el sur de Perú en 1998, Muñoz cargó a Carlos Cortez hasta un lugar seguro. Casi diez años después, lo hizo de nuevo, pero esta vez la tierra se abría bajo sus pies. Si Muñoz no hubiera estado en casa siendo que iba a llegar tarde a la misa en Palazuelo Este el 15 de agosto, no hubiera podido salvar del terremoto de magnitud 8.0 a Cortez, de 98 años.

“¡Gracias a Dios!” exclamó, agradeciendo a Dios de que ella estuviera ahí para sacar a su abuelo de su casa.

Como muchos residentes de Palazuelo Este, Muñoz todavía vive en una estructura temporal provista por el gobierno peruano luego de las inundaciones y avalanchas de lodo de 1998. Aunque estas estructuras soportaron el terremoto, muchas de las ampliaciones que los residentes hicieron con adobe ahora yacen en ruinas.

La casa de Muñoz sufrió daños por el terremoto, pero todavía cuenta con un techo para cubrir su cabeza, convirtiéndola en una de las afortunadas residentes de las comunidades que rodean Ica.

En la cercana población de Los Olivos, los obreros socorristas bautistas del sur calculan que sus 1,200 residentes quedaron sin hogar debido al terremoto.

Luego de tres semanas de evaluar los daños y distribuir alimentos, un equipo formado por misioneros de la Junta de Misiones Internacionales (IMB, por sus siglas en inglés), voluntarios y creyentes peruanos están esforzándose por ayudar a comunidades como Palazuelo Este y Los Olivos, las cuales ha recibido poca o casi ninguna ayuda por parte del gobierno.

SATISFACIENDO UNA NECESIDAD

Ted Ortigo, misionero de la Junta de Misiones Internacionales (IMB, por sus siglas en inglés), pasa por encima de los montones de escombros cubriendo la acera. Dichas acumulaciones imposibilitan el tráfico vehicular en esta calle de Ica.

Son cerca de la 1:30 a.m., pero Ortigo camina alerta por las seis cuadras entre una iglesia local y el hostal donde pasará la noche. Un grupo formado por misioneros de la JMI y creyentes peruanos espera en la iglesia para descargar una camión lleno de provisiones para los sobrevivientes del terremoto.

“Cuando tienes que despertar a una persona para que te deje salir del lugar donde estás quedándote,” dijo Ortigo, “y él abre las puertas y quita las barras para dejarte salir, te pones a pensar, ‘¿Sabes? Ellos viven aquí y no quieren estar aquí toda la noche. ¿Por qué he de ir yo?’

“Y luego te das cuenta de porqué vas a ir y todo cambia.”

Con la experiencia de haber trabajado anteriormente en zonas de desastre, Ortigo sabe que la gente se desespera más y más cuando el tiempo pasa y aún no han recibido ayuda.

“Así que eso nos hace trabajar en horarios extraños sólo para que lleguen las provisiones y luego hacemos las distribuciones durante el día,” afirmó Ortigo. “Sólo tienes que mantenerte enfocado en la necesidad.”

Ya que la Investigación Geológica de EEUU calculó que más de 35,000 edificios fueron derrumbados por el terremoto, la necesidad es enorme en las áreas aledañas a la ciudad de Ica.

Los misioneros de la JMI y los creyentes peruanos están trabajando dentro de la estructura de un programa de bienestar social ya existente para así asegurar que los miembros de la comunidad reciban los beneficios de los esfuerzos socorristas. Al utilizar ‘ollas comunes’, los equipos de socorro han entregado alimentos –arroz, azúcar, fideos, aceite, granos, chícharos y leche — a un lugar céntrico donde los líderes de la comunidad pueden asegurarse que la gente tenga qué comer.

Wayne Brinkley, misionero de la JMI, observa las caras de 38 creyentes peruanos y compañeros misioneros de la JMI quienes se han reunido en el campamento base en Ica para tener una sesión informativa.

“Cuando vayamos para allá, necesitamos mezclarnos con las personas,” dijo Brinkley, animando al equipo a que aproveche cualquier oportunidad para orar por los que han perdido a sus seres queridos o su casa debido al desastre. “Necesitamos concentrarnos en alcanzarles.

“El contacto personal, cara a cara –- recogiendo ladrillos con ellos — es lo que va a marcar la diferencia,” señaló Brinkley.

Mientras que los equipos socorristas viajan diariamente hacia las comunidades afectadas en Ica, Jack Sheridan, misionero de la JMI, dice que se siente cada vez más fuerte una sensación de normalidad.

Cuando Sheridan recién llegó a la zona del desastre 48 horas después del temblor, los ladrones corrían por las calles cargando pistolas mientras que las secuelas del terremoto asustaban más a la población que ya estaba en pánico.

“Podías ver la expresión en sus caras,” dijo Sheridan. “No sabían qué hacer. No sabían a dónde ir. No sabían a dónde refugiarse. Estaban perdidos completamente.”

Pero Brinkley dice que la sensación de impacto que surgió en los primeros días luego del terremoto estaba comenzando a despejarse.

“La diferencia era como del día a la noche comparado con lo que vimos al principio,” comentó.

De pie junto a los escombros de su casa en Los Pollitos, Rubén Escobar Bellido observa a un grupo de jóvenes patear una pelota de fútbol por la calle.

“Algunos de nosotros hemos perdido a miembros de nuestras familias,” dijo Escobar, “pero algunos de nosotros todavía estamos aquí y necesitamos seguir viviendo.”
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Kristen Hiller es una escritora y fotógrafa que colabora con la Junta de Misiones Internacionales (IMB, por sus siglas en inglés) de los bautistas del sur.

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  • Por Kristen Hiller