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EDITORIAL: ¿Palabras necias o sabias?


SAN ANTONIO, Texas (BP)–La semana pasada, Don Imus, un radiolocutor con más de treinta años de experiencia, perdió su programa Imus in the Morning patrocinado por MSNBC y CBS. Imus voceo racismos sobre jugadoras de básquetbol de la Universidad de Rutgers—insultos rasitas al afro-americano. Al oír su explicación lo hizo no porque guarda algún odio contra la raza negra, simplemente le parecía humorístico al momento. Imus nunca anticipó el furor que sus palabras causarían.

Lo irónico de esto es que Imus también ha usado su programa para invitar a políticos y reporteros para tratar temas de importancia nacional. La realidad es Don Imus no es solo un promotor del vocerío vulgar que llena los medios de comunicación pública. También invitaba los pensadores más sobrios de nuestro día. A lo largo del tiempo tres pretendientes han anunciado su candidatura para la presidencia de los Estados Unidos con Don Imus.

En mi opinión, Imus ilustra la realidad que aun la persona mas refinada puede ser socavada por sus propias inclinaciones pecaminosas. La lengua es un agente listo para revelar las características más impías del corazón humano.

Sin duda, palabras pueden causar mucho dolor y no solo cuando vienen de personas con gran responsabilidad pública. ¿Qué dice la Biblia de todo esto?

Es fácil criticar a Imus, pues el debería saber lo que estaba haciendo, ¿pero que de nosotros? La Biblia dice que la boca es capaz de hacer lo bueno, por ejemplo, la bendición. “Asimismo se alegro mucho el rey David,” dice la Palabra de Dios, “y bendijo a Jehová delante de toda la congregación; y dijo David: “Bendito seas tú o Jehová, Dios de Israel, nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo” (1 Crónicas 29:10).

Para David no era suficiente bendecir a Dios en privado; la bendición tenía que ser dicha a voz alta. La Biblia demanda esto consistentemente. Pero si la bendición tiene que ser voceada, también el veneno del corazón sale de la boca. Santiago nos recuerda que la lengua es capaz de maldecir (Santiago 3:9-10). Negar esta realidad es hipocresía y abnegación de si mismo.

Como para remover toda duda, Santiago 3:1-2 nos advierte “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros,…porque todos ofendemos muchas veces.” Claramente podemos caer en el mismo peligro y ser condenados por lo que decimos (Mateo 12:37). Esto debe infundir humildad y eliminar por completo la falsa seguridad de aquel que se piensa apartado de la vulgarización de sus palabras y pensamientos. El Libro de Proverbios nos enseña los resultados opuestos del necio y el sabio en su manera de hablar.

— Dios aborrece el mentiroso, 6:17; pronto termina en nada, 12:19

— los necios de labios serán castigados, 10:10; traen calamidad, 10:14; serán cortados, 10:31; hablan perversidades, 10:32

— la lengua de los sabios es como medicina al oyente, 12:18; produce alegria, 12:25

— palabras vanas empobrecen a la persona quien las habla, 14:23, 17:7

— palabras ásperas causan ira y furor, 15:1; necedades, 15:14

— toda palabra tiene su tiempo óptimo para bendecir, 15:23

— buenas palabras son como panal de miel, 16:24; como joyas preciosas, 20:15

— el sabio “ahorra,” habla poco, 17:27-28; se salva de penas y angustia, 21:23

— los labios del necio traen contienda y ruina propia, 18:6-7

— palabras que dan provecho son preciosas, 25:11; dan libertad, 12:6

— palabras falsas lastiman y causan el tropiezo del hablador, 26:28

— el necio es incapaz de entender palabras de corrección, 29:19

— palabras sabias deben ser clementes, 31:26

Esta lista no es completa, pero nos demuestra la gran diferencia que existe entre el sabio y el necio. Las palabras del sabio siempre son de bendición al oyente, y aun cuando corrigen nunca destruyen la persona. Al contrario, el necio lastima y destruye tanto a la persona como a si mismo con su lengua necia. El sabio habla poco, y aprende a hablar al momento apropiado para el beneficio máximo. Pero las palabras del necio son inertes, incapaces de enriquecer la persona.

Otra tremenda lección es que nuestras palabras siempre deben tener una medida de clemencia hacia nuestro semejante. Las palabras de muchos causan temor y ruina, y son cargadas de juicio. Pero las palabras del sabio buscan la redención de la persona aun cuando son severas. El fin del sabio es promover la libertad humana. Los proverbios demuestran con gran intensidad los resultados distintos de nuestras palabras, pero ¿ofrece remedio la Biblia para el necio?

Al principio de los Proverbios la sabiduría es personificada como una que anda por las calles llamando la persona a aprender de ella (1:20-23; vea también 8:1-11). Los consejos de Proverbios no son píldoras mágicas que contienen en si la solución. Todo el consejo bíblico es inútil si la persona no se comete a caminar bajo la sombra de la sabiduría. Y el Nuevo Testamento revela que uno tiene que tener una relación personal con Cristo Jesús, quien es la sabiduría de Dios (1 Corintios 1:24). Él es el único que puede transformar el corazón y efectuar cambios en nuestro hablar para el bien.

Sin duda, los Proverbios como todo el tomo sagrado nos recuerda que la lengua es un miembro con gran potencial para bien y mal. Tristemente, muchas personas en lugares de responsabilidad no han aprendido que el enemigo mayor lo traen entre sus labios. Pero el cristiano debe saber mejor. Pablo nos instruye, “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:6). “Sazonada con sal;” Dios espera que nuestras palabras sean, no insípidas y de rechazarse, sino deliciosas al oído y adeptas para bendecir.
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Rudolph D. González es el decano de la Southwestern Baptist Theological Seminary William R. Marshall Center for Theological Studies, San Antonio, Texas. Estudios hispanos, Southwestern Baptist Theological Seminary: http://www.swbts.edu/hispanicstudies/sp/.

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