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EDITORIAL: Cuando enfrentamos lo inesperado


NASHVILLE, Tenn. (BP)–Me encontraba en mi oficina trabajando cuando sonó el teléfono. Me sorprendió escuchar la voz de mi médico al otro lado de la línea. Nunca antes me había llamado. Su mensaje fue muy breve. Le tengo malas noticias —Dijo. El resultado de la biopsia fue positivo, usted tiene cáncer.

El impacto de una noticia de este tipo es demoledor. No tiene comparación con algo que antes se haya experimentado. Creo que lo peor fueron las primeras 72 horas. El primer día mi esposa y yo oramos y sin tal vez entender a cabalidad qué pedíamos, le rogamos a Dios que esta enfermedad sirviera para glorificar su nombre.

Entonces vino un tiempo de decisiones y espera que aunque largo, pasó de manera vertiginosa. Antes de darme cuenta estaba en la sala de operaciones rodeado de enfermeras, monitores, tubos y médicos. Me operarían usando un robot y la última tecnología disponible en este momento. Sin embargo, la pregunta que todos hacían era por qué yo era tan popular ya que había más de quince personas en la salita de espera donde se le brinda información a los familiares sobre el estado de los pacientes en cirugía.

Era evidente que no eran familiares por su aspecto y por sus razas. La respuesta era simple pero los confundía más: yo no soy popular, en realidad la gente no me conoce. Esos son hermanos de la iglesia y de mi trabajo. Con la cara llena de asombro me decían: “pero van a tener que estar unas ocho horas esperando y eso no lo hacen ni los familiares más allegados”. Si pero los cristianos lo hacen con gusto, era mi respuesta.

Aquel día Dios fue glorificado por el testimonio de aquellos hermanos y hermanas que vinieron para leer la Biblia, orar por mí y estar con mi esposa confortándola y animándola. A pesar de que nuestra familia esta dispersa, una parte en Miami y otra en España, estábamos con otros miembros de la familia de Dios en aquel difícil momento.

Al día siguiente de la cirugía regresé a casa y aunque el proceso de recuperación fue muy rápido. Cada día recibía llamadas telefónicas, mensajes electrónicos, tarjetas y flores y todas tenían el mismo mensaje: estamos orando por ti.

Mirando atrás, en más de una ocasión vino a mi mente la pregunta que más le agrada a nuestro enemigo: ¿Y por qué te pasa esto a ti? La respuesta siempre fue la misma: Para glorificar a Dios por medio de esta experiencia. En verdad no sabía cuál sería el resultado de la cirugía. No tan solo si el cirujano sería capaz de extirpar todo el cáncer, sino el desarrollo posterior y la recuperación paulatina. De nuevo la idea de glorificar a Dios por medio de esta experiencia nos daba la paz.

No se si se percató que en dos ocasiones dije EXPERIENCIA y no prueba.

Ahora me encuentro en la fase que yo mismo he llamado “de chequeo”. Pues sistemáticamente tengo que visitar la oficina de médico donde me hacen pruebas para determinar si han aparecido nuevas células cancerosas o si todo se mantiene libre de cáncer.

Lo más importante es que por medio de esta experiencia aprendí algunas lecciones:

LA SEGURIDAD DE LA SOBERANÍA DE DIOS Y DE SU AMOR

No es que yo no supiera estas cosas intelectualmente y que en buena medida ya las hubiera experimentado. La Biblia nos enseña que Dios no es solo el creador de los cielos y la tierra sino que Él tiene el control hasta sobre nuestros cabellos. Nada pasa inadvertido para Él, todo, absolutamente todo está controlado por Él. Su control soberano está de acuerdo con su carácter.

Durante todo el proceso de mi enfermada, cirugía y en el estado actual, nunca hubo o habrá un momento en el cual mi vida no esté totalmente en sus manos. Esto fue algo que Dios planificó para mí y aunque la experiencia no haya sido del todo agradable, fue para mi bien.

LA FRAGILIDAD DE NUESTRA VIDA.

Somos en realidad criaturas frágiles que dependemos por entero de Dios. Hay muchas cosas que nos pueden suceder de manera inesperada. Solo unas semanas antes de recibir la llamada de mi médico, me encontraba de vacaciones con toda mi familia en Paris. Nunca me sentí enfermo, ni experimenté algún síntoma que pudiera prender una luz de alerta. Ahora Eclesiastés 9: 12 tiene un nuevo sentido para mí.

LA BENDICIÓN QUE DIOS NOS HA DADO POR MEDIO DE LOS AMIGOS Y HERMANOS DE LA IGLESIA.

El cuarto de espera lleno de personas, las llamadas telefónicas, los mensajes electrónicos, las flores y tarjetas, aquel amigo y su esposa que casi a diario me llamaban para preguntarme: ¿qué quieres comer hoy? Para cocinar y traerme la cena para mí y para mi esposa. Nunca en mi vida había experimentado de una manera tan notable el amor de Cristo expresado por medio del amor de sus hijos.

LA NECESIDAD DE ORAR POR LOS ENFERMOS.

Cuando entré al salón de operaciones me informaron que estaría ocho horas en la cirugía. Y esa misma noche estuve caminando por el hospital y al otro día estaba en mi casa y dormí en mi cama. Antes solo podía imaginar el tremendo poder que tiene la oración intercesora y la bendición que representa para aquellos por quienes oramos. En el día que estuve en el hospital pude ver muchos rostros ensombrecidos por la incertidumbre de la enfermedad mientras que el mío brillaba por la fortaleza recibida por las oraciones de cientos de personas que ni siquiera conozco y que estuvieron fielmente orando por mí.

Esta son algunas de las lecciones que aprendí de esta experiencia. Hay muchas más que pudiera escribir, estas son solo las que vienen a mi mente en este momento. Dios me ha dado una nueva oportunidad en la vida. No tengo una idea de cuánto durará. Pero me ha capacitado con lecciones que nunca hubiera podido aprender de otra manera. Esta experiencia me permitió experimentar, como nunca antes, el amor de Dios y su cuidado y protección. Por eso al principio dije que no podía llamar a esto una prueba. Aunque fue difícil, fue una BENDICIÓN.
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Oscar J. Fernandez es el editor jefe de LifeWay Español y de los recursos en otros idiomas de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.

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  • Por Oscar J. Fernandez